Un día
cualquiera...
hace tiempo,
quise comprobar
de qué estaba hecho,
cuál era mi
esencia última,
por eso, de
manera deliberada,
fui soltando
todas mis amarras:
abandoné (por un
tiempo) a mi familia,
me alejé de mis amigos,
dejé de
contestar llamadas
apagué la
televisión,
cerré las
puertas,
decliné
invitaciones a comer,
no respondí a
besos ni caricias,
me bajé de la
banqueta y caminé en sentido opuesto,
me despojé de
mis sentimientos,
regalé mi reloj
y extravié la agenda electrónica,
olvidé nombres y
direcciones,
abandoné mi fe
tras la puerta de un motel,
le jugué una
broma a la muerte,
pero me di
cuenta que la muerte no tiene sentido del humor...
llamé a la
soledad,
platiqué con el
delirio,
viví en la
ingravidez...
y creo (me
convenzo ahora) que encontré mi última esencia.
Mirando el techo
de mi cuarto a oscuras,
comprendí que mi
esencia son los otros,
por eso celebro
tu llegada,
por eso me
regocijo en tu mirada,
porque cualquier
corriente de aire
tumbaba ya mis pasos,
porque acepto el
sin sentido de la vida
pero me aferro a
tus caderas,
me ciño a tus
medidas,
para pasar
contigo la noche entera.
* Egresado del
Diplomado en Enseñanza del Español a no Hispanohablantes,
CEPE-UNAM en México, D. F.