Hace unos días, oí un reportaje
en el que un portavoz del Ministerio de Educación de Quebec se alarmaba del
hecho de que los muchachos no tienen éxito en sus estudios como las muchachas.
Se decía que, desde hace dos o tres decenios, la tasa de fracaso de los varones
ha empeorado cada vez más. Y en Outaouais, Quebec, la diferencia entre muchachos y
muchachas es la peor de la provincia.
Por supuesto, uno se hace la
pregunta: ¿por qué? Una razón es que el contenido del currículo ha cambiado en
respuesta a la demanda del mundo de trabajo; mientras los empleos se volvieron
más administrativos y menos industriales, en los cursos de nivel secundaria se
puso más énfasis sobre lo intelectual y menos sobre lo manual.
Las muchachas caben mejor en un ambiente en donde se deben quedar
tranquilas, seguir las reglas y usar la mente. En cambio, los muchachos
necesitan más estimulación física, la cual les falta ahora que no se dan tantos
cursos de taller mecánico, carpintería o deportes. Es parte de un alejamiento
general del mundo físico. Basta con mirar las colonias de residencias de clase
media en donde todo es perfecto.
Creo que este efecto se ve más en Outaouais porque, en una generación, la índole de los empleos cambió de la industria de la madera y los talleres a la administración gubernamental y la alta tecnología; la cultura de muchos de los padres de estos jóvenes sigue siendo la de la mano de obra. Sin embargo, se
pierde la tradición de aprendizaje para empleos como plomero, electricista,
carpintero de muebles o mecánico, a tal punto que faltan trabajadores.
Paradójicamente, los programas vocacionales cierran por falta de alumnos, a
diferencia de lo que pasa en Europa, en donde los jóvenes que quieren seguir
una carrera de trabajo manual se benefician de programas apoyados por la
industria.
¿Entonces, qué hacer? El periodista citó una investigación australiana
en la que se aconseja no comparar a los
muchachos con las muchachas, sino enfatizar lo común entre ellos y ellas. Creo
que es una solución parcial.
El mundo administrativo con sus procedimientos puede desanimar el impulso de salir de lo ordinario que sienten tantos muchachos. Porque la
administración exige conformidad y estabilidad. Eso no es para todos.
* Estudiante
del nivel Intermedio 3
UNAM-ESECA en Gatineau, Quebec, Canadá