Empecé mi curso de español
en el CEPE canadiense de la UNAM en Hull, Canadá (ahora Gatineau) en la
primavera de 2001, donde vi por primera vez los carteles anunciando la
posibilidad de estudiar en el CEPE-Taxco en México. Me pareció una buena idea
y, desde ese momento, me propuse ir a Taxco cuando alcanzara un nivel de
conocimiento del idioma bastante avanzado para poder funcionar respetablemente
bien en un contexto de inmersión total. Entonces, en mayo de 2003, después de
haber terminado el cuarto nivel de español en la UNAM-ESECA y de haberme
comunicado con el CEPE-Taxco por Internet para obtener toda la información que
necesitaba, decidí terminar el quinto nivel allá.
Despegué del aeropuerto de
Ottawa, capital nacional de Canadá, muy temprano en la mañana del 11 de junio
pasado con destino a Detroit, EUA, para tomar un vuelo en la línea aérea Northwest hacia
México. Llegué al aeropuerto de esa gran ciudad de casi 25 millones de
habitantes (en comparación con los 31 millones en todo Canadá) al principio de
la tarde a bordo de un Airbus 319 que me transportó muy cómoda y rápidamente.
Pero mi destino era Taxco y no México, así que tuve que tomar un autobús de la
compañía Pullman de Morelos para ir del aeropuerto de México hasta la ciudad de
la eterna primavera, Cuernavaca, donde tomé un camión de la compañía Estrella
Blanca hasta Taxco. Llegué a mi destino final a las siete de la tarde, después
de cinco horas, más o menos, en la autopista México-Acapulco, admirando el
paisaje verde de la época de las lluvias y descubriendo las primeras señales de
la pobreza de este país.
Taxco, ubicada a 1750 metros
de altura, en las montañas del estado de Guerrero, es una joya de la época
colonial declarada monumento histórico. Sus casas blancas con techos de teja
roja agazapadas en las faldas de las colinas vecinas le dan un aire de pueblo
andaluz. Sus calles estrechas y empedradas, que serpentean entre antiguas casas
relativamente bien conservadas, son un verdadero laberinto donde los taxis y
las combis de transporte colectivo son reyes y donde el peatón arriesga su vida en cada intersección.
Taxco fue conquistada por
los españoles en 1552, quienes explotaron sus riquezas mineras. Fue en el siglo
XVIII cuando la ciudad alcanzó su desarrollo definitivo, cuando José de la
Borda descubrió un importante yacimiento de plata que explotó y con el cual
hizo fortuna. Dos siglos más tarde, en 1929, el arquitecto estadunidense
William Spratling llegó a Taxco y volvió a impulsar el trabajo de la plata con
los joyeros de la región. Diseñador de profesión, se convirtió en un orfebre
emérito y gracias a él la ciudad se volvió la capital mundial de la plata, a
tal punto que sus joyas son demandadas en grandes capitales como París, Londres
y Nueva York.
Hoy en día las minas de
plata están casi agotadas; sin embargo, las joyas de plata siguen siendo uno de
los principales recursos de la ciudad: estoy seguro de que no sería exagerado
decir que hay por lo menos cien tiendas de plata (se llaman también tianguis de
plata) permanentes sólo en las calles del centro de Taxco, tiendas que, con el mercado
de los fines de semana en la Avenida de los Mineros, venden millones de objetos
de plata.
El CEPE-Taxco está ubicado
en la ladera de una montaña, en un lugar que se llama la Ex-Hacienda del
Chorrillo (es una catarata sin agua cuando no hay lluvia) que, hace muchos
años, perteneció a un nieto de Hernan Cortés, un conquistador de México. Es un
lugar muy histórico y todos los salones del CEPE están en edificios antiguos
que fueron testigos de la historia del país. Es también un lugar donde cada
traslado de un salón a otro significa una subida o una bajada, lo que mantiene
a los estudiantes y maestros en muy buena forma física.
Los cursos de español en el
CEPE-Taxco son cursos intensivos de seis semanas; yo tenía clase cinco horas y
media por día, es decir, un curso de español de las nueve a mediodía y un curso
de historia de dos horas y media en la tarde; los cursos de la tarde eran dos
cursos de cultura que no eran obligatorios, pero que estaban incluidos en el
costo total, lo que me permitió tomar un curso de Historia General de México y
un curso de Historia General de América Latina, con el resultado de que ahora
conozco mejor esta historia que la historia de mi propio país.
La escuela tiene una
biblioteca, una piscina y computadoras y organiza visitas guiadas los fines de semana. Durante mi estancia, participé en dos de estas visitas: la primera fue un viaje a
Teotihuacan , sitio arqueológico ubicado al noreste de la ciudad de México, donde escalé las pirámides del Sol y de la Luna y visité el templo de los
dioses Quetzalcóatl (Dios de la fertilidad) y Tláloc (Dios de la lluvia), donde
se cree que hubo sacrificios humanos ; y la segunda fue un viaje a Tepoztlán,
un pequeño pueblo cerca de Cuernavaca, para escalar una montaña muy escarpada
(subida muy exigente, de una hora, más o menos) y ver la pirámide del
Tepozteco, sitio de una leyenda del mismo nombre muy bien conocida en esta
región del país.
Visité también, por mi
cuenta, las Grutas de Cacahuamilpa, ubicadas a una hora en camión de Taxco y
cavadas por el mar, aunque se encuentran a 1500 metros arriba del nivel del mar;
son unas series de grutas muy grandes, ocho kilómetros de longitud y una con un
auditorio en el que pueden caber 1500 personas y donde hay conciertos de música
de vez en cuando, así como muchas formas impresionantes de estalactitas y de
estalagmitas, como una botella de champagne, un trono de rey, un jorobado, una
mujer dormida, etcétera.
En mi clase de quinto nivel,
había cinco estudiantes, entre los cuales tres eran del sur de Estados Unidos y
hablaban español con soltura, lo que me permitió practicar mucho y me puso en
contacto con acentos diferentes. Los maestros del CEPE-Taxco son excelentes y
muy dedicados: hacen todo lo que pueden para ayudar a los estudiantes.
Durante mi estancia en
Taxco, viví en una pensión con una familia cerca del Zócalo (centro) de la ciudad.
El Zócalo es un lugar donde hay muchas actividades de todos tipos: me pareció
que casi toda la gente de la ciudad se reunía allí todas las noches. Es un lugar donde se encuentran también museos, bancos, tiendas de plata, vendedores de todo, mendigos, jóvenes, niños, y donde está la atracción principal de Taxco (después de la plata), la iglesia
de Santa Prisca, la cual es un templo, una catedral que fue edificada por y
bajo la dirección de don José de la Borda. Este templo se empezó a construir en
1748 y se terminó el 3 de septiembre de 1758. Es una catedral increíblemente
lujosa, cuya construcción dejó a José de la Borda completamente arruinado y que
visité algunas veces para asistir a la misa y a conciertos de guitarra clásica.
En mi equipaje, llevé una
cosa que se volvió totalmente inútil en Taxco: un despertador. Lo que pasó es
que cada mañana los gallos me despertaron a las cinco, los perros a las seis y
las campanas de las iglesias a las siete (hay muchas iglesias en Taxco),
entonces, no era posible no despertarme en la mañana.
Al final, después de seis
semanas en un contexto de inmersión total en español (decía la gente que yo
hablaba muy bien), llegó el momento de rehacer mis maletas, tomar de nuevo los
camiones Estrella Blanca y Pullman de Morelos y de dejar que el mismo Airbus de Northwest me llevara hacia mi punto de salida, la capital nacional de Canadá.
Fue un viaje muy interesante
y una experiencia muy enriquecedora. Aunque creía que conocía México por
haberlo estudiado en los libros Pido la Palabra, hubo algunas cosas que
me sorprendieron mucho en Taxco, como el tráfico sin señales o semáforos, perros por todas partes que viven con la gente y sufren con ella, la contaminación del aire y la falta de
agua. Ahora puedo decir que, antes de ir a México, no conocía la pobreza,
porque no podemos conocerla antes de verla, no conocía la contaminación del
aire porque no podemos conocerla antes de olerla y no conocía las dificultades
engendradas por la contaminación y la falta de agua. Ahora, creo que conozco un
poco mejor ese país y las condiciones de vida del pueblo mexicano que, para la
mayoría de la población, son extremadamente difíciles y lo peor es que no saben
cuándo mejorarán.
*Estudiante egresado de
UNAM-ESECA en Gatineau,
Quebec, Canadá