No es un secreto que me gustan los
mariachis. Mi película favorita “Desperado” es sobre un mariachi. Me visto con
un traje de marichi durante NIOSA (celebración en San Antonio) y la semana
pasada compré un libro para aprender a tocar como mariachi. No sé exactamente
por qué me encantan los marichis; podría ser por las brillantes botonaduras, la
idea de una idea de libertad, como en las películas, o simplemente la música.
Sin embargo, en mi calidad de vicepresidente de NIOSA, tengo la oportunidad y
la buena fortuna de escuchar muchos grupos de mariachis. Sin duda mi grupo
favorito en San Antonio es Los Caporales, los cuales tocan en NIOSA. El grupo
es muy profesional, su música es fantástica y los jóvenes también son guapos. A
veces, cuando necesito un grupo para tocar en un evento y Los Caporales no
están disponibles, contrato a otros grupos, y eso fue lo que hice el domingo
pasado.
Contraté a un grupo de mariachis por
teléfono que nunca antes había visto ni escuchado. Cuando llegaron, me
sorprendí al ver al grupo. No eran los jóvenes guapos a los que estaba
acostumbrada a ver; por el contrario, eran viejos y tan gordos que parecían
salchichas en trajes tallas 34 con panzas talla 40. El líder del grupo no tenía
dientes y sólo tenía un brazo. Pensé: “¿Cómo va a cantar sin dientes? ¿Cómo va
tocar el bajo sexto con un solo brazo?”. Como sólo quedaban diez minutos para
que llegaran los invitados, no tenía tiempo de buscar otro grupo, por lo cual
decidí continuar con los viejos gordos.
A las seis y media en punto, los
marichis empezaron a tocar. Gracias a Dios, el jefe sin dientes y solamente un
brazo tocaba la trompeta y no necesitaba dos brazos. Sin embargo, cuando los
mariachis abrieron la boca y cantaron las primeras notas de “El Rey” fue como
un coro de ángeles. Por lo tanto, “el león no es como lo pintan”.
* Estudiante
estadounidense, Español 7
EPESA-UNAM, San
Antonio, Texas, EUA