El otro día fui a una conferencia
sobre los organismos genéticamente modificados (OGM). Los invitados eran los
miembros de una delegación de activistas que quieren informar a la gente y a
los gobiernos sobre los daños que hacen los OGM a la agricultura y a la gente
en general. Su objetivo es el de animar al público a que pida a sus gobiernos
(pre)ocuparse más por este tema.
Había diferentes conferencistas,
originarios de la India, de Zambia, de Malí, de Chile y de México, que hablaron
de varios aspectos del tema. Unos de ellos eran campesinos preocupados que
formaron asociaciones en sus países para oponerse a la utilización de los OGM y
a las tentativas de las multinacionales como Monsanto que quieren patentar las
semillas o vender semillas esterilizadas. Explicaron también las desventajas de
los monocultivos y cómo éstos empobrecen la tierra e impiden la variedad de
otros cultivos que normalmente permiten a un pueblo satisfacer sus necesidades
alimenticias. Los monocultivos también pasan por encima de las tradiciones que
tienen los pueblos de cultivar, recoger las semillas, guardarlas y germinarlas.
Se habló además de por qué un país
como Zambia no aceptó el apoyo alimenticio que se le ofreció hace algunos años,
explicaron que los alimentos ofrecidos en esa ocasión eran OGM y si bien éstos
hubieran podido alimentar a unas personas durante cierto tiempo, también
hubieran afectado el equilibrio agrícola esencial para la sobrevivencia del
pueblo zambio. Dado que los pueblos utilizan tradicionalmente las semillas de
los alimentos que comen para cultivarlas, es normal que quieran utilizar las
semillas de la comida que se les ofrece por medio de un apoyo humanitario. Pero
cuando se germinan semillas de alimentos con OGM existe siempre el peligro de
contaminar aquellos otros cultivos «puros», es decir, los cultivos no
modificados genéticamente.
La conferencista mexicana, una
indígena de la región de Oaxaca, habló precisamente sobre el tema de la
contaminación de ciertos cultivos, presentando el caso del maíz en México. El
maíz, que se cultiva desde hace diez mil años, es un alimento esencial de la
comida mexicana y es parte de la cultura mexicana. La evolución natural del
maíz dió lugar a cerca de 700 variedades, cada una adaptada a los diferentes
climas y tipos de tierra. En México, el maíz se cultiva entre los 0 y 13 000
metros de altitud sobre el nivel del mar. Por tanto, esta riqueza de plantas y
de comida está amenazada por la infiltración de contaminantes provenientes de
maíz genéticamente modificado.
Todo empezó cuando el gobierno
mexicano desintegró la CONASUPO (Comisión Nacional de Subsistencia Popular, que
aseguraba un precio de venta más justo a los productos de los campesinos) para
favorecer la política de libre mercado y permitir que ésta definiera el precio
del maíz. Ese cambio de política empobreció a los campesinos, así que la gente,
los jóvenes sobretodo, empezaron a dejar el campo para irse a la ciudad, o para
emigrar a Estados Unidos. La contradicción de este hecho es que ahora hay gente
que se va a trabajar a EU y termina por sembrar maíz transgénico que luego se
vende en México. De hecho, cuesta más caro producir maíz en México que
comprárselo a EU porque el maíz estadounidense entra a México sin impuestos,
por el acuerdo de libre comercio. El resultado es que México está perdiendo su
soberanía alimenticia. Actualmente, de las 25 millones de toneladas de maíz que
se consumen anualmente en México, 7 provienen de EU. Además, la riqueza y
particularidad del maíz mexicano se ven amenazadas por la contaminación del
maíz estadounidense porque, como ya se dijo, los genes modificados se pueden
transmitir de cultivo a cultivo, lo que puede afectar, disminuir e incluso
hacer desaparecer la gran variedad de maíz que existe en México. Hoy día, se
sabe que 37 % del maíz que crece en México está contaminado, información que la
Comisión Mexicana de Bioseguridad quiso callar durante más de 2 años. A pesar
de que se les diga a los campesinos que sigan cultivando su maíz con
tranquilidad ellos se preocupan porque saben, gracias a un estudio científico,
que un contaminante prohibido para consumo humano en EU ahora está presente en
algunos cultivos mexicanos.
El caso del maíz mexicano ilustra bien
por qué los gobiernos deben legislar más cuidadosamente en lo que toca a la
utilización de los OGM y que tienen que pensar bien en todas las consecuencias
de tal utilización.
La conferencia me pareció
extremadamente interesante. Me gustó saber que hay mucha gente que, incluso en
épocas de necesidad, piensa bien en los peligros de los OGM y quiere llamar la
atención del mundo para que elija opciones más valiosas de cultivar y consumir.
Me pareció obvio que el proyecto de vender semillas estériles y de prohibir la
germinación natural de las semillas es completamente contra natura. Las
semillas forman una parte esencial de la espiritualidad popular y antigua, hay
tantas relaciones entre la agricultura y las deidades que quitarle al pueblo su
derecho a este proceso tan natural y tan antiguo, es quitarle una parte básica
de su cultura. Además, si se piensa bien, entre las semillas y los bebés hay
unos breves pasos. Me pregunto ¿para cuándo las multinacionales de bebés ?
* Estudiante de Intermedio 3
UNAM-ESECA en Gatineau, Quebec, Canadá
Escribe a la autora: Isabelle
Tibi