La plenitud en la vida
por Ma. Gabriela Junco Manríquez*
Pocas películas nos dejan con
el deseo de volver a verlas, se graban en la memoria, en los sentidos y en los
sentimientos. Tal es el caso de Elsa y Fred (Argentina-España, 2005) del
guionista y director argentino, Marcos Carnevale.
Elsa (Concepción "China"
Zorrilla), una argentina octogenaria que vive en España, conoce a Fred (Manuel
Alexandre), un mesurado, juicioso y un tanto avinagrado viudo español que llega
a vivir en el mismo edificio que ella. Pero la historia no se limita al derecho
de las personas mayores a enamorarse o a las diversas reacciones que ello
provoca. La trama de la película logra que el espectador sienta una profunda
empatía por los personajes principales, que recuerde que los sueños empolvados
deben perseguirse y que se replantee qué es la plenitud y la vida.
Para la encantadoramente
sarcástica, irreverente y mentirosa Elsa, la vida es la búsqueda de la
intensidad y del placer, aunque para conseguirlo haya que quebrantar algunas
reglas. Por eso, trata de que Fred viva la vida a pesar de su reciente viudez y
le cuestiona que sólo se limite a vivir según "el deber ser", cuidar de su
perro y tomar pastillas para las múltiples enfermedades de un hipocondríaco. Al
principio, Fred la evade, pero como Elsa también es persistente, logra que Fred
acceda a platicar con ella. Después de varios desencuentros, Elsa consigue que
Fred cene con ella y le cuenta que uno de los sueños que siempre la ha
mantenido viva es visitar La Fontana di
Trevi en Italia y revivir ella misma la escena que hiciera famosa a Anita
Ekberg en la película La Dolce Vita de Fellini.
Fred parece no tener deseos
de vivir a plenitud, pero las ocurrencias a las que Elsa recurre para sacudirlo
y refrescarlo surten efecto. Por ejemplo, lo invita a otra cena que ella
pagaría en uno de los restaurantes más caros de Madrid y al final le propone
abandonar el lugar sin pagar. Con esta divertida escena comienza la relación de
Elsa y Fred: paseos, cenas y agridulces reuniones familiares. Hasta que en
algún momento, Fred descubre que Elsa visita frecuentemente el hospital porque
está gravemente enferma. Entonces, Fred decide no gastar el dinero que obtuvo
al vender el departamento donde vivía con su esposa para ayudar a su hija y yerno
a poner un café-internet, sino invertirlo en un viaje a Italia al que invita a
Elsa, la plenitud y la vida.
En Italia, Elsa reboza de
plenitud y de vida. Fred no sólo la contempla maravillado, sino que se contagia
de ella, efímero momento que llega a su fin cuando un policía italiano amenaza
con detenerlos si no salen de la fuente inmediatamente.
En la siguiente escena, Fred
descubre el último engaño Elsa. Pero incluso en esta mentira final, Elsa le
muestra que aunque en un abrir y cerrar de ojos el cabello encanece, las ojeras
y las arrugas endurecen la mirada; el oído, cansado de tantas historias añejas,
a veces no distingue los nuevos sonidos o se resiste a sus estridencias, y el
resto del cuerpo con frecuencia se queja tras años de trajinar; es la actitud
ante la vida la que sacude los achaques y redescubre la conveniencia de
arriesgarse a vivirla con toda la intensidad de su almíbar y de sus sinsabores
porque
"¡Hoy puede ser un gran día,
duro con él!"
* Estudiante mexicana del Diplomado en Formación de Profesores de
Español
CEPE-CU, UNAM, México, D.F.
orubaba_junco@yahoo.com.mx