Reflexiones |
El CEPE y yoRafael Gutiérrez Carbonell |
Desde hace apenas algunos ayeres, Magdalena, mi esposa, recién jubilosa jubilada, me comentó que: se había inscrito en un curso sobre muralismo mexicano en el Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) de la UNAM; se encontraba muy entusiasmada por lo ameno e in-teresante de la clase; había una extensa y variada oferta académica en áreas como literatura, arte e historia, así como algunos talleres; se presentaba una mezcla, entre atractiva y divertida, de asistentes jóvenes y adultos mayores, nacionales y extranjeros. Consiguió un folleto con toda la información disponible, me lo dio para que lo analizara y viera si encontraba algo de mi interés. Tu horario de trabajo te permite la inscripción en algunos cursos vespertinos. Sugirió amable pero insistente. Después de darle vuelta unos días, me decidí por el diplomado "Grandes figuras de la literatura hispanoamericana". Horario: lunes y miércoles de 18:00 a 20:30 hrs.; 1er módulo: Narradores I. Seguí al pie de la letra el instructivo e hice cita con el Jefe del Departamento de Literatu-ra, el Mtro. Jorge Muñoz, para sostener una entrevista en la que se evaluaría si mi perfil era idóneo para matricularme (soy ingeniero industrial). Todo en orden, me dijo amablemente Jorge. Me mostró las indicaciones respectivas para el proceso de inscripción y para el pago correspondiente. ¡Ya era estudiante de la UNAM otra vez! Al lector voraz, poco o nada sistemático que siempre he sido, le resultaba motivante salir corriendo del trabajo para llegar puntual a las clases. En cada una de ellas se entablaban interesantísimos diálogos, algunas veces polémicos y en una que otra ocasión discusiones fuertes, siempre en tono muy académico. Para mi sorpresa terminé exitosamente el módulo. Tendría que pasar algún tiempo para continuar con el resto, pues para desgracia mía, me cambiaban de horario y de lugar de trabajo. Pero como dice el dicho: no hay mal que por bien no venga. Aceleré mi proceso de jubilación, pues ya tenía planeado qué hacer con mi tiempo "libre". Con mi recién estrenada disponibilidad de horario, además de tener puesto el ojo en otros cursos, retomé el diplomado. La poca oferta vespertina contrastaba con la abundancia de la matutina. Así, empecé tomando algunos cursos intensivos para después saltar a los semestrales. Después de casi cuatro años de asistir al CEPE, me congratulo de haber seguido la insistente sugerencia de Magdalena. Tenía toda la razón. Pues ahí, cual gambusino durante la fiebre del oro, encontré una mina con enormes y variadas vetas, expuestas magnánimamente para ser explotadas. En este tiempo he conocido a muchas personas, tanto alumnos como profesores, con algunos de ellos he entablado una amistad que espero sea duradera. Me esfuerzo para ello. El CEPE ha representado para mí, como supongo que para muchos otros y otras, un importantísimo estímulo para sistematizar lecturas, jerarquizar temas de particular interés, ahondar en los más apasionantes, pero sobre todo para socializar inquietudes, dudas y visiones. En fin, a retroalimentar puntos de vista. Con ello se ha enriquecido y ampliado mi perspectiva de México y del mundo. Pese a un entorno incierto, de un país que por momentos parece caerse en pedazos, de una ciudad caótica con tráfico infernal y de miles de problemas más, asistir regularmente dos o tres veces por semana al oasis-CEPE, a tomar clases, asistir a conferencias, consultar o sacar libros de la biblioteca, tomar café, charlar con compañeros y profesores, representa una enor-me inyección de oxígeno para mi espíritu, un motor para seguir trajinando e ir buscando alternativas, no sólo individuales, a todos aquellos problemas. Por eso y muchas cosas más, en su 95° aniversario, acompañado de un goya, exclamo a todo pecho y garganta: ¡Larga vida al CEPE! *Estudiante del Diplomado Grandes figuras de la literatura hispanoamericana. CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México. Deja tu comentario en el blog de la revista. |
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