En busca de la realidad en el mundo de los sueños
por Katia Regina da Silva *
Juan , médico psiquiatra que dedica
todo el tiempo a sus pacientes , hasta que un día su cuerpo ya no aguanta.
Entre el cansancio y el estrés, algo viene a modificar su entorno.
El día estaba propicio para
ver una película, platicar, tomar un café, leer e inclusive salir a caminar,
pero Juan decidió acostarse mientras pensaba en todo lo que tendría que hacer
el día siguiente; estaba muy cansado, hasta para ver una película .Pensó en los
años que dedicó a la medicina y a sus pacientes.
Su vida no había sido difícil; con lo que había ganado
todos esos años bastaba para tener una vida cómoda, y con sus 33 años nunca se
paró a pensar en otra cosa, su vida era dedicarse a la psiquiatría.
De la ventana de su habitación veía las jacarandas
cargadas de flores en tonos amarillos y lila, el aire fresco que entraba, no
entendía por qué no los había visto antes; en este momento empezó a
cuestionarse: ¿cuánto tiempo estaba sin salir, por qué había estado tanto
tiempo preocupado por su trabajo? Pasaba noche tras noche cuidando a sus
pacientes en el hospital psiquiátrico; creía que trabajando y ocupando todo el
tiempo olvidaría a Marta, que lo había dejado sin ninguna explicación, no entendía
el por qué, después de tanta dedicación y amor.
Estaba triste, deprimido, pero sabía que no podía
trasmitir esto a sus pacientes, que ahí llegaban en busca de una solución o una
palabra. Recordaba a los pacientes esquizofrénicos y sus alucinaciones; decían
oír voces, veían gentes y platicaban con ellos, muchos otros necesitaban de un
control riguroso, otros más sufrían de síntomas psicosomáticos por haber
perdido a un familiar, un trabajo, un amor, etcétera. Recordó a la señora
Angélica Gutiérrez, paciente número 78, una señora de 50 años que estaba en
tratamiento por haber perdido a su hijo en un accidente de motocicleta; ya se
sentía mejor, pero insistía en decir que veía a su hijo caminando por la casa,
su esposo le decía que estaba muy impresionada por la muerte, así que debería
continuar el tratamiento. En una de las consultas, la señora Angélica lo miró
profundamente a los ojos: Usted, doctor, está sufriendo, yo veo la tristeza en
sus ojos y sé que no es por demasiado trabajo, sé que usted, así como la
medicina, no creen en lo sobrenatural, pero algo está pasando y usted necesita
de ayuda espiritual, algo con lo que la medicina no podrá ayudarlo. Terminó la
consulta y, aunque realmente no creía en estas cosas, no dejó de pensar en las
palabras de la señora, quizás sólo por pura curiosidad, pero al mismo tiempo
pensaba que estaba muy deprimido, al punto de creer en lo sobrenatural.
Decidió levantarse y caminar un poco, algo que no
había hecho durante meses. Se bañó, abrió el clóset, que olía a moho, se vistió
con un pantalón viejo, de esos que un adolescente pagaría muy caro por estar
gastados por el tiempo, sus “converse” viejos, y una camiseta blanca. Pensó en
llamar a Pablo, un amigo de la universidad para tomar un café y platicar un
poco y recordar todo lo que habían vivido juntos, pero como había estado meses
sin comunicarse con el, no se sintió a gusto para hacerlo, pensó en llamar a
Marta, sentía que quería verla, le dolía mucho estar sin ella, pensó en
invitarla a un café algo sin ningún compromiso, llamó a su casa pero nadie
contestó, y en el buzón del celular no dejó mensaje.
Salió, pero no sabía exactamente a dónde iba,
recordaba que en la esquina de su casa había una cafetería donde hacían un rico
capuchino; Al llegar ahí, el dueño le preguntó si había estado viajando, ya que
hacía mucho que no lo veía, y antes de que le contestara preguntó: ¿lo de siempre un capuchino cargado en
la mesa de la esquina ? Sí, le contestó, siguió hacia la mesa, se sentó,
agarró un periódico y empezó a leer las noticias mientras esperaba que lo
atendieran.
Eran las 7:00 p.m. cuando terminó de beber el
capuchino, aún no quería regresar a la casa, se sentía demasiado solo, pero no
sabía hacia dónde ir, qué hacer, ya que tenía todo el fin de semana para
descansar.
Salió del café rumbo al parque que estaba ahí
enfrente, el parque seguía precioso, lleno de árboles, flores, fuentes y algo
que le encantaba, los bambúes, que estaban ubicados en el centro, con los
viejos bancos hechos también de bambú, desde donde era posible apreciar una de
las fuentes.
Decidió quedarse, llegó donde estaban los bambúes y
por increíble que le pareciera, no había nadie; sintió el aire fresco en su
cara y una sensación de tranquilidad y paz, se sentó en el banco, cerró los
ojos y dejó que el aire, el cantar de los pájaros y el sonido de las hojas
hicieran efecto en su cuerpo, el olor parecía haber cambiado, de pronto olía a
rosas rojas, jazmín, una mezcla de olores que parecía curarlo de todo; del
cansancio y de la tristeza.
Sin abrir los ojos supo que alguien lo miraba, de
repente escuchó una voz suave que le decía: ¿Cómo te sientes?; éste es realmente un excelente lugar para descansar
¿no crees? En ese instante abrió los ojos, a su lado estaba sentada una
joven, piel morena, cabello largo, ojos negros, nariz afilada, boca pequeña y
un vestido blanco que realzaba el color de su piel, en sus dedos exquisitos
anillos decoraban sus manos, en su pecho un collar hecho de plumas y
esmeraldas.
Estaba impresionado, ella era linda y transmitía mucha
paz; conmovido le contestó: —Estoy de acuerdo, este lugar me tranquiliza, no
percibí cuando llegaste, y a propósito ¿cómo te llamas? —. Me llamo Jurema y
vine aquí solo para hablar contigo, para que sepas que hay otras cosas que
pueden enfermar al ser humano, entre ellas: la angustia, la tristeza, la
ambición e inclusive el amor, es necesario tener la mente sana para que el
cuerpo pueda seguir bien; muchos están tan preocupados con el trabajo y el
dinero, que hasta de ellos mismos se olvidan, otros enferman por vivir una
realidad de mentiras; Juan ,continuó Jurema, después de esto reflexionarás en
todos tus actos, pero recuerda, nunca es tarde para reparar errores cometidos o
simplemente darse cuenta, y además, debes saber que no todos tus pacientes
están enfermos, tu medicina psiquiátrica ha ignorado y despreciado el mundo
espiritual, y sólo reconociéndolo
podrás percibir esta realidad que parece ser un sueño.
Juan no supo qué decir ante estas palabras; incrédulo
y boquiabierto no comprendía cómo y por qué le había dicho eso, y antes de
preguntar algo, simple y sencillamente la hermosa mujer de ojos negros había
desaparecido como si fuera el aire. El día estaba verdaderamente raro,
alucinaciones auditivas y visuales, ¿será que soy esquizofrénico? pensó, o ¿sería
que alguna sustancia en el capuchino le había hecho mal? Mejor iría a casa.
Siguió caminando despacio entre los árboles y aún
sentía el olor de rosas rojas y jazmín, intentaba comprender, buscaba
respuestas para todo lo que le había pasado en tan pocas horas del día. En ese
momento recordó lo que le había dicho la señora Angélica y de pronto empezó a
cuestionarse si ella tendría realmente alguna alteración, ya no sabía qué
pensar de todo esto, después de tantos años de dedicación a la psiquiatría, ahora
tenia dudas.
Cuando llegó a su casa, fue directo al baño, la
tarde-noche le había dejado intrigado; con todas las palabras que le dijo la
joven Jurema, de lo que se dio cuenta es de que no había estado pensado en las
demás preocupaciones, aunque seguía sin entender por qué se había ido Marta.
Juan entró en su recámara y ahí vio su cuerpo acostado
en la cama con la ropa blanca del hospital. Otra vez se preguntó: ¿Qué está
ocurriendo?, escuchó que alguien intentaba abrir la puerta, estaba asustado, y
se sorprendió cuando vio que era Marta, que en ese momento entraba y con mucho
entusiasmo lo llamaba por su nombre; al verse flotando y ver a Marta quiso
gritar, pero ningún sonido salió de su boca; ella voló hacia donde él estaba.
Sintió que algo pasaba con su cuerpo; en ese instante
Marta se asoma a la cama y con una mirada de amor le regala sus labios. Juan
abre los ojos, se encuentra en la cama despertando, lo recuerda todo, Marta,
Jurema, la señora Angélica: había estado durmiendo, pero el sueño había sido tan
real.
Marta lo abrazó, lo apapachó y en seguida le dijo:
estuviste durmiendo toda la tarde mi amor, no quise despertarte porque estabas
muy cansado después de tantas guardias seguidas en el hospital, pero te
perdiste una experiencia maravillosa; fui con una compañera a un centro
espiritualista donde es posible hablar con espíritus que se comunican a través
del cuerpo de otras personas, ¡fue realmente increíble, amor! Hablé con un
espíritu que se llama Jurema, me escuchó y me contó varias cosas; quiero regresar
y quiero que me acompañes.
* Estudiante brasileña de Español Superior I
CEPE-UNAM, México, D.F.
katiareginacastaneda@gmail.com