Sierra de la Huasteca, Hidalgo, MéxicoFoto: http://mexico-hidalgo.com/hidalgo-sierra-de-la-huasteca-corridor/
Hay un rostro de México que creo que no es muy
conocido por nosotros que estamos viviendo en este gran país como extranjeros.
Basándome
en mi experiencia, pienso que puedo decir que México no es sólo un país, sino
un conjunto de pueblos, de culturas, de lenguas, de tradiciones diferentes y
también de clases sociales que sí conviven, pero sin conocerse mucho.
Hace
algunos meses tuve la oportunidad de descubrir otro rostro de México (muy
diferente de lo que podemos experimentar en Polanco, en la Colonia Roma o en el
Paseo de la Reforma, que a mí me recuerda a Nueva York) porque con cuarenta jóvenes
participé en una aventura única en mi vida y que, en verdad, me ha enriquecido
enormemente del lado humano y también cultural, si consideremos la cultura como
el estilo de vida que cada pueblo tiene y puede ofrecer a los demás.
Se trata
de una semana que pasamos en la Sierra Huasteca, en el Estado de Hidalgo (México)
y precisamente en una localidad que se llama Santa Cruz, que cuenta con más o
menos 2.000 habitantes que se dividen en 50% menores de edad y 50% adultos. En
esta localidad hay más de 30 pequeñas comunidades indígenas que viven en
situaciones muy precarias. Una característica de la mayoría de la gente que se
ubica allá es que hay sobre todo niños, adolescentes, mujeres y personas
mayores de edad, porque los jóvenes y los hombres generalmente migran a otros territorios
en búsqueda de trabajo y mejores posibilidades de vida.
Yo tenía
el gran deseo de hacer esta experiencia, porque sabía que diez millones de mexicanos
viven en las comunidades indígenas y quería compartir al menos un poco la vida
y la cultura de esta gente.
Cuando
llegamos, después de un viaje de ocho horas en camión, nos recibieron muy bien
y nos hospedaron en las casitas de siete comunidades muy lejanas. Me impactó
mucho ver cómo aunque tengan muchas necesidades primarias (falta de agua, de
luz, de medios de trasporte... de hecho la gente camina varias horas para
llegar a un lugar donde pueden buscar algo para comer), las personas que viven allá
todavía son felices, generosas, muy amables y abren sin problemas no sólo sus
casas, sino sus corazones.
Una
dificultad que encontramos fue que la mayoría de la gente no habla español,
sino la lengua local que es el náhuatl. Pero los chicos que hablan bien ambos
idiomas nos ayudaron para traducir y entendernos con los adultos. Con los jóvenes que estaban conmigo
organizamos varias actividades y juegos tanto para los niños, como para los adolescentes.
Realizamos también visitas a las casas de las familias para compartir la vida
de los adultos e invitarlos a algunas charlas. Fue una experiencia muy significativa
porque la gente nos recibió con todo el amor y la generosidad posible. Durante
la visita pudimos acoger sus dificultades, sus retos y sus alegrías y la relación
que se estableció fue realmente recíproca.
Me gustó mucho también descubrir los talentos
que tiene la población indígena en el campo artístico, de la música y del
teatro y asistir a la representación en vivo del "via crucis" hecho por toda la
comunidad.
Esta
experiencia me sirvió mucho para darme cuenta de cuantas cosas tenemos en
nuestra sociedad que al mismo tiempo faltan a otros pueblos que no tienen lo
necesario. Comprendí también que es posible vivir con pocas cosas, sin
consumismo ni conexión a internet. Pero creo que es necesario reflexionar y
sobre todo encontrar soluciones concretas y recursos económicos y políticos
para que cada pueblo de México pueda mejorar sus condiciones de vida, contando
en particular con las "tres T", es decir: "techo, tierra y
trabajo".
*Estudiante italiana de Español 5
CEPE-Polanco,
UNAM, Ciudad de México
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