Desierto (Jonás Cuarón, México, 2015)
Gonzalo Lara*
Desierto (Jonás Cuarón, México, 2015) Foto:http://cromeyellow.com/watch-the-first-trailer-for-jonas-cuarons-desierto/ |
La migración de México hacia los Estados Unidos es un fenómeno que data quizá desde antes de que se trazaran las fronteras entre ambas naciones. En los años inmediatos a la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense flexibilizó sus políticas migratorias y facilitó la entrada de mano de obra de mexicanos y centroamericanos. Entre los años sesenta y ochenta se intensificó la migración y muchos connacionales pudieron regularizar su situación en aquel país. Los años noventa, por su parte, vieron cómo amplios grupos de centroamericanos se desplazaron hacia el norte por la guerrilla y, su paso obligado, era el territorio mexicano. En los últimos 10 o 15 años, con un país agitado por problemas de seguridad y desempleo, las políticas migratorias de Estados Unidos se recrudecieron nuevamente, lo que propició la proliferación de cazadores de migrantes.
La más reciente película de Jonás Cuarón, Desierto, aborda esta situación desde los ojos de un cazador o ranger (como se hacen llamar) y un mexicano que fue deportado y busca regresar para encontrarse con su hijo en California. El cazador ve en los migrantes una invasión a su territorio y toma la justicia por su propia mano.
Cruzar por el desierto es una prueba de resistencia ardua. Los migrantes deben cuidarse de las amenazas propias del clima y del lugar y de las balas de los cazadores. Ante un escenario hostil, el aprecio por la propia vida y por las personas que están del otro lado de la frontera, dota de fuerza y habilidad a una población, literalmente, vulnerable.
Cuarón, quien además de dirigir escribe la trama, le da un giro catártico a la historia. El perseguidor es perseguido desde el principio por su propio desdén hacia las tierras que habita; luego, involuntariamente, por su víctima. Defiende o cree defender su territorio al tiempo que lo odia, como él mismo lo dice. Con apoyo de un perro muy bien entrenado y filoso como un hacha, sale a matar con una botella de whiskey en una mano y un arma en la otra. Los perseguidos no tienen más opción que huir, pero en determinado momento deben contratacar, muy a su pesar y a su miedo.
Desde el momento en el que Tracker olfatea a sus presas, cada personaje llegará al límite de sus capacidades. La tensión es constante, la persecución agobiante y el escenario abrasador y desolado, cualidades propias del difícil camino que todos los días se vive en el penoso andar del sur al norte, con las manos vacías y la ilusión llena.
*Profesor de Español
CEPE-Polanco, UNAM, Ciudad de México.