Margarita Chorné y Salazar: la primera mujer titulada en Latinoamérica
Rita Dromundo Amores*
Sabemos que ha sido difícil para las mujeres el acceso a la educación, especialmente en el nivel superior y en profesiones que han estado tradicionalmente dominadas por los hombres. Todavía a mediados del siglo XIX, si bien no había impedimentos formales, la sociedad no permitía que las jóvenes asistieran a la preparatoria, requisito indispensable para la universidad.
Sin embargo, ante la solicitud de formación para las jóvenes, Díaz Covarrubias, el Ministro de Instrucción, aceptó crear escuelas intermedias, para formar maestras por su: “supuesta capacidad innata de las mujeres para las tareas educativas, para el cuidado moral y material de la niñez; "a todo prefieren esto, afirmaba Sierra, para nada son más aptas". (Alvarado)
Esto representaba varias ventajas, proporcionaba una ocupación digna a las mujeres de clase media y mantenía el estereotipo de género, predominante en el Porfiriato. Sin embargo, ya desde entonces se abusaba de ellas, al pagarles menos y hacerlas trabajar más. Covarrubias no lo negaba (Alvarado):
Díaz Covarrubias reconocía que las jóvenes egresadas de las escuelas normales resultaban "más baratas" y redituables que sus colegas del sexo opuesto, ya que además de recibir sueldos más bajos que estos, por las cualidades de su carácter y por falta de otras opciones laborales, se entregaban en forma más completa y prolongada al servicio de sus escuelas.
Pocas fueron las jóvenes que se atrevieron y pudieron estudiar la preparatoria, para luego seguir estudiando y tener un título.
Hoy quiero contarles sobre una de ellas: mi tía abuela Margarita Chorné y Salazar, quien, según Martha Diaz de Kuri, que escribió su biografía: (2009) “era la primera mujer que se titulaba de una profesión independiente en toda América Latina”, pues recibió su título de dentista el 18 de enero de 1886. (p. 12).
Esto lo reitera Villasana, (2021, p. 1):
La primera mujer latinoamericana en titularse fue Margarita Chorné y Salazar, quien en 1886 obtuvo su certificado como odontóloga, seguida en 1887 por Matilde Montoya quien, después de luchar contra la misoginia y estereotipos de la época, logró titularse como médica cirujana apoyada por Porfirio Díaz.
Recuerdo que el hijo de Margarita Chorné, mi tío Baltasar Dromundo, quién fue el orador oficial de Vasconcelos y uno de los líderes en la lucha por la autonomía de la UNAM, además de escritor notable, me mostró dos fotografías de ella. Una era de la generación de egresados de la Escuela de Medicina, en la que se veían muchos hombres posando en varias filas y, en el centro de todos, estaba Margarita Chorné, única mujer.
La segunda mostraba su consultorio de dentista con un bello y adornado espejo dorado, sillón de terciopelo y según se dice, todo su instrumental cubierto en oro, para mayor asepsia.
Lograr esto no fue nada fácil, pero ella, desde niña fue firme en lo que aceptaba y en lo que no estaba de acuerdo:
Doña Paz, su madre, intentó inútilmente enseñarle a cocinar y todos los menesteres que una “señorita decente” debe hacer en su hogar. Al contrario de sus hermanas, Margarita odiaba entrar a la cocina. Detestaba también pasar las tardes haciendo encajes de bolillo, deshilando sábanas de lino, así como aquellas aburridas tertulias femeninas en las que se tomaban bizcochos con chocolate mientras se comentaba la boda del sábado pasado. Era mucho más divertido leer los libros de la biblioteca de su papá, o salir a pasear con Rafa, su hermano (Díaz, 2009, p. 23-24)
Su madre, como era común en el Porfiriato, solo salía de su casa para ir a misa o al mercado. Nunca quiso que sus hijas estudiaran más que la primaria.
Sin embargo, Margarita fue persistente: “insistió, hasta conseguirlo, que sus padres le permitieran hacer estudios secundarios, en la escuela de La Paz, comúnmente conocida como Las Vizcaínas”. (Díaz, p. 28)
Ingresar a esta escuela era, además, inconveniente para su familia, porque era laica, en una época donde la religión era fundamental en la vida de una joven.
Si bien le gustó tener acceso a mayores conocimientos, no le bastaba con eso. En cuanto regresaba de la escuela se iba al consultorio dental de su padre, donde lo ayudaba. Además, su dominio del francés y el inglés le permitían leer “a escondidas” textos de medicina y odontología.
Para poderse examinar necesitaba el aval de un dentista: “Había asistido, por casi dos años, al gabinete dental del doctor Ignacio Chacón, quien avaló que Margarita tenía los conocimientos y la práctica necesaria para solicitar el examen” (Díaz, p.30)
Sabía que lo que estaba de por medio, no solo era su futuro, sino el de muchas mujeres que podrían hacer lo mismo. Salir de las tareas del hogar y hacer lo que quisieran: “Ella sabía que su gran compromiso consistía en demostrar que la mujer está dotada con la misma capacidad de aprendizaje que los varones”. (Díaz, p.34)
Al ser algo inusitado que una mujer fuese a tratar de conseguir un título, esto llamó mucho la atención y el salón de actos se llenó de curiosos. Seguramente pocos que querían verla triunfar y muchos que deseaban que fracasara, sin embargo: “La señorita Chorné impactó desde su llegada, primero por su estatura que casi llegaba al uno ochenta, y después por su voz templada y firme” (Díaz, p.35)
Obviamente el jurado y público masculino no se lo iba a hacer fácil. Ella estaba invadiendo su territorio, atreviéndose a competir con ellos:
“Trataron a la aspirante con mayor rigidez que la acostumbrada con los varones, como si quisieran demostrarle a ella y a los asistentes que ése no era el lugar preciso para una dama… Al final fue ampliamente felicitada por el sorprendido jurado y por los asistentes. Todos los periódicos de la ciudad: El tiempo, La prensa, El Pabellón Español, La voz de España y El Partido Liberal, entre otros, reseñarían tan importante acontecimiento. (Díaz, p.36)
Aunque demostró sus vastos y sólidos conocimientos, no faltaron las críticas de aquellos que deseaban que la mujer siguiera donde estaba, sin mayores aspiraciones. No querían que este “mal ejemplo” tuviera un impacto en las jóvenes y lo siguieran.
Trabajó un tiempo con su padre, pero luego se independizó. Puso su consultorio sola y hacía todo el trabajo, sin ayudantes. Al inicio del día, una o dos horas atendía gratuitamente a personas pobres.
No solo rompió con todo lo establecido en cuanto a la preparación y dedicación de las mujeres, incluso fue atrevida en sus decisiones de pareja.
Su familia era simpatizante de Porfirio Diaz, pero ella se casó con Antonio Dromundo, seguidor de Emiliano Zapata y cuando este le fue infiel lo dejó, a pesar de los ruegos de él y de su familia, pues no era aceptable un divorcio entre “la gente bien”.
Ella decidió que se iba a hacer cargo sola de su hijo y así lo hizo. Además, ejerció su profesión hasta los 60 años, de edad.
La embajada de Francia le entregó un reconocimiento por ser la primera mujer titulada de una profesión independiente en Latinoamérica.
Fue un ejemplo de valentía, focalización en sus metas, perseverancia, autoestima. Las mujeres actuales, con mucho mayores oportunidades que las que tuvo, debemos parte de nuestro presente a ella, y a las mujeres que se atrevieron a abrir el camino, para que, quienes venían después, lograran aspirar a una vida más plena, donde los sueños se pudieran volver realidad.
FUENTES
Alvarado, María de Lourdes . Mujeres y educación superior en el México del siglo XIX. Los prolegómenos. México, CESU – UNAM.
http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_10.htm
Díaz de Kuri, Martha. (2009) Margarita Chorné y Salazar. La primera mujer titulada en América Latina. México, DEMAC, (Premios 1997-1998)
Villasana, Carlos y Ruth Gómez. Las primeras mujeres universitarias que estudiaron en México. Mochilazo en el tiempo. El Universal, 16 de enero de 2021
*Profesora de Literatura
CEPE-UNAM, Ciudad Universitaria, CDMX
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