Anécdotas, cuentos y creaciones
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En el mar y en el pensamiento
Cuando las mañanas olían a azúcar y sal de mar, tomábamos café y rollos de canela en la terraza del cuarto que compartíamos mi mamá y yo. Me gustaba cerrar los ojos y escuchar las olas. No tenía que verlas para imaginar su fuerza, su chapoteo cuando llegaban, por fin, a la orilla. Continúa leyendo...
Amor en el IMSS[1]
Llego al hospital con pies ligeros, deseando ver lo más pronto posible a Eduardo, mi marido, me formo y espero con ansiedad que camine pronto la fila y pase la revisión. No espero el elevador, prefiero las escaleras (“cuando menos hacer algo de ejercicio”). Son 72 escalones; subo ya sin aliento los últimos 12. Continúa leyendo...
A través del agujero
1. Cuadro oscuro. Luz muy tenue entra en la habitación por la ranura debajo de las puertas, por la opacidad insuficiente de las cortinas. Una gran pintura colgada en una pared. La luz no tiene la fuerza necesaria para revelar el contenido de la pantalla. Sólo un brillo dorado, opaco y brumoso, de los ornamentos barrocos del marco grande y grueso. Continúa leyendo...
Visita al supermercado
Voy cruzando el gran estacionamiento donde hay un fuerte sol y olor a gases de efecto invernadero. Ingreso a través de las puertas automáticas un poco horneado para juntarme con el relativo frescor del edificio. Recojo mi canastilla con los restos secos de líquidos de productos pasados. El ambiente es usual: los güeros y mestizos bien vestidos vienen con sus vidas importantes, sus búsquedas, compras habituales y a veces hablando consigo mismos o por teléfono. Un grupo de chavos organiza sus monedas para comprar una botella de Johnnie Walker con emoción. Los cajeros atienden sin pensar y los viejos que empacan las bolsas plásticas llevan sus sonrisas. Continúa leyendo...
Planes (hipotéticos) para toda una vida
Si tuviera mucho dinero, compraría una casa grande al lado del mar. Si comprara una casa grande al lado del mar, pasaría todo el tiempo en la playa. Continúa leyendo...
La ofrenda
Estoy sentada al pie de la escalera, a mi lado mi maletita negra. La puerta de la casa es de vidrio, puedo ver a los dos bomberos que se están acercando a la casa. Les abro la puerta antes de que puedan tocar el timbre. “¿Y a dónde la llevamos, señorita?”, me preguntan. Continúa leyendo...