Arte y literatura |
Reseña: "Historias de vida. 21 mujeres de Durango"Rosa Spada Suárez * |
Y no quisiera olvidar A ninguna, aunque bien sé Ni están todas las que son Ni son todas las que están. Rosario
Castellanos. Es un doble placer haber sido invitada a
presentar el libro titulado "Historias de vida. 21 mujeres de Durango", de la
escritora duranguense María Rosa Fiscal. Primero, porque siempre es grato leer
sobre mujeres, y segundo, al ser profesora de asignatura de la materia
"Escritoras Mexicanas Contemporáneas" en este Centro de Enseñanza para
Extranjeros de la UNAM, sede C. U., me emociona profundamente incursionar en la
vida de otras mujeres, en esta ocasión de las mujeres duranguenses. Durango
representa en el imaginario popular "la tierra de las mujeres bonitas", "la
tierra del cine" y "la tierra de Francisco Villa". Durango tiene en su haber
más de 120 producciones cinematográficas, tanto mexicanas como extranjeras. María
Rosa Fiscal nos cuenta lo siguiente: En 1954 se filmó en Durango la primera película del
género del oeste: White Feather, que se distribuyó con el título de La ley del Bravo. A partir de ese año se
inició en nuestro estado una intensa actividad cinematográfica de compañías
estadounidenses y mexicanas que aprovecharon los espléndidos escenarios
naturales y la intensidad de la luz de sol –que, además, se oculta casi dos
horas más tarde que en otros sitios-, lo que les permitía filmar más tiempo y
concluir la película con un costo menor[1]. En
cuanto a las mujeres, María Rosa Fiscal se ha dado a la tarea de escribir la
vida de algunas de ellas. Y aquí es pertinente que entren en juego estas
preguntas: ¿por qué es valioso leer semblanzas de mujeres?, ¿por qué es
importante revalorar la vida de las mujeres de nuestro país? ¿será que al adentrarnos en estas vidas nos remiten a
nuestras propias vidas?¿o nos llevan a revalorar a las mujeres de nuestra
familia, nuestro entorno escolar, nuestra infancia? Sin
ir más lejos, al leer estas vidas en mi mente fueron surgiendo como imágenes
fotográficas mi abuela materna ̶quien
me leía en voz alta algunos titulares de las noticias del periódico y con ello
alentó en mi leer la nota periodística completa̶,
o de mí tía Margarita, quien con toda la paciencia del mundo me enseñó a
dibujar montañas. O mi profesora de primer año de primaria, que a cada alumna
nos tomaba de la mano y nos enseñaba a poner el lápiz en la posición correcta y
que no aceptaba ningún borrón en las tareas. Aún conservo nítida la imagen, de
mi primera cita con una mujer dentista, quien me anestesiaba primero con
lidocaína local y después me ponía la anestesia con una gran inyección, sin
sufrir ningún dolor. O también salta a mí memoria la primera lección de ética
de mí profesora de 3er. año, quien exclamaba en voz alta: "A todo el mundo
podrán engañar, menos a ustedes". En
fin, adentrarnos en las vidas de estas mujeres nos hace revivir muchos de
nuestros mejores recuerdos con las mujeres maravillosas de nuestra propia vida.
María Rosa Fiscal se ha dado a la tarea de indagar en archivos, bibliotecas y
hemerotecas; también ha realizado ocho entrevistas telefónicas y doce entrevistas
personales, para descubrir y develar la vida de estas mujeres duranguenses,
unas porque nacieron ahí y otras porque adoptaron a Durango como su terruño. Se
apropiaron del lugar para dar rienda suelta a sus sueños, a sus inquietudes, a
su crecimiento personal. Lo eligieron para construir día a día su existencia. Así
nos lo hace saber la autora, la cual cita al poeta Dionicio Morales sobre la
elección de la pintora Irene Arias de vivir en Durango: "Irene eligió por
voluntad propia –o por cuestiones del destino- el estado de Durango para hacer
de este territorio la morada en el que ha desarrollado la mayor parte de su
obra creativa".[2] Lo
valioso de este libro es que no solamente nos hace un retrato hablado de las
mujeres, sino que nos muestra todo un abanico de profesiones: desde la mujer
mesera con 59 años de servicio, hasta las taxistas o pilotas de aviones. O las
famosas "extras" en las películas. Fiscal, nos describe detalladamente el
trabajo de Cruz Parra Hernández para quien el cine era la gran cosa: En 1959, Crucita
comenzó su larga carrera como extra para las compañías cinematográficas… Ese
año se filmó la película The Unforgiven (distribuida
como Lo que no se perdona), donde
ella tuvo su primer trabajo[…] El trabajo de los
extras es duro. Deben "estar parados, sin moverse y sin voltear a la cámara
porque la película (como repetía el director incesantemente) no es para
ustedes…Crucita representó distintos papeles: gente de pueblo, indígena,
parroquiana en la cantina, campesina o mujer anónima entre otros. Le agradaba
que la escogieran por "su tipo de india" y disfrutaba el maquillaje que
utilizaba para cada papel, así como los collares de colores que adornaban su
cuello. Nunca se sintió discriminada por parte de los estadounidenses; en
cambio, los mexicanos ni siquiera dirigían la palabra a los extras; mucho menos
lo saludaban.[3] María Rosa Fiscal también se adentra en las mujeres
cuyas pasiones en la vida son las bellas artes, entre las cuales destacan la
pianista Belén Santa María, quien dejó la siguiente impresión en la autora: Vi a la señora Belén, en su estudio, una sola vez. Mi tía abuela Luz
deseaba intensamente que yo estudiara piano y nadie mejor como maestra que la
afamada señora Belén… Llegamos con toda puntualidad y mi tía le expuso el
motivo de nuestra presencia en su casa. Yo tendría alrededor de ocho o nueve
años y no articulé una sola palabra. La señora Belén me miró atentamente y me
dijo: "Chita, ya estás muy grande para empezar a tocar el piano". Por supuesto,
rehusó aceptarme como alumna. Mi tía Luz y yo enrojecimos de vergüenza; me tomó
de la mano y salimos de la casa.[4] O las que montaron estudios fotográficos, o las que
por elección dejaron su tierra para enseñar inglés. O la primera mujer que
vistió pantalones. La autora ha escrito sobre diversas mujeres, en los
que demuestra su admiración y su pasión por cada una de sus biografiadas, el
inmenso cariño que les tiene, todo lo que le han inspirado, así como la ternura
que le provocan, sin olvidar lo mucho que han significado para la tierra
duranguense y para el mundo de María Rosa, y ahora para nosotros, los lectores
de estas vidas. En su conjunto, estas vidas nos muestran el
universo femenino o, para decirlo de otra manera, nos descubren el mundo a través
de la mirada femenina. Fiscal cava hondo al desentrañar las historias de vida. Nos
devela lo que ha significado para Durango la participación de estas mujeres y
cómo su actuación ha jugado un papel central en los diversos aconteceres
políticos con la presencia de Belén de la Parra de la Peña –primera regidora en
el Cabildo de Durango- y de Ángela Mena García -primera mujer en ocupar una
curul en H. Congreso de Durango, o Lilia Isáis,
primera y única presidenta del Supremo Tribunal de Justicia de Durango; cabe
aclarar que sin este libro de Fiscal, nadie sabría de la existencia de esta
brillante abogada: Veamos lo que nos narra la autora: El camino no fue fácil –me comentó alguna vez- y hubo algunos abogados
que se opusieron a su nombramiento como magistrada. Su nombre no figura en
ninguno de los dos tomos de Hombres y
mujeres célebres de Durango, del profesor Manuel Lozoya Cigarroa,
y tampoco encontré ningún expediente que me facilitara toda la información
sobre su carrera profesional. Parecía, entonces, que su paso por el mundo del
derecho en Durango fue un sueño que soñamos quienes la conocimos. No fue así:
existió y dedicó su vida a su carrera. Todavía hay abogados (alumnos suyos en
su momento) que recuerdan su nombre, aunque ignoran la historia de su desempeño
profesional. Otros la conocieron en la Escuela Preparatoria y saben que hablaba
francés.[5] María Rosa Fiscal indaga sobre trabajos extenuantes,
como el de mesera Teresita Díaz o el de la taxista Norma Villarreal Hernández,
o los hasta hace poco exclusivos de los hombres, como el de las pilotas de
avión Inés Pérez Gavilán León y Erika Ochoa. Sin olvidar a las profesoras María
Pompeya Mena Vázquez, a María Ávalos, a la profesora norteamericana Nellie Mc Caughan o a la
profesora de francés Mercedes Bracho de Torres. La autora nos muestra casi fotográficamente, a
través de su pluma, los valores femeninos, entre los que destacan la intuición
y la valentía, como cuando Inés León Rothiot
"acompañada por dos peones, salía todas las mañanas a las 5.00 a.m., en un
carro de mulas. Llevaba una pistola y un rifle, por si fuera necesario".[6] También están presentes la entereza, el aplomo y
las metas, con el ejemplo de Erika Ochoa al decidir estudiar como piloto. Su
propia madre admira a su hija y con orgullo la describe: "su carácter, la
fortaleza, su perseverancia y decisión para alcanzar sus metas".[7] Presentes también la dignidad y la búsqueda de
oportunidades, como en el caso de Norma Villarreal Hernández, quien después de
vivir el sueño americano optó por manejar un taxi para mujeres: "Tuvo varios
trabajos temporales hasta que, en el año 2000, junto con sus padres y una
hermana de nueve años, decidieron emigrar a los Estados Unidos de América en
busca del sueño americano". Al regresar a Durango, el Estado emitió una
convocatoria invitando a las mujeres a obtener un crédito para la compra de un
auto-taxi (solo para mujeres o mujeres con niños); el que Norma conduce lleva
el nombre de María Rosa Fiscal. A
manera de colofón Mi interés ha sido mostrarles unas breves
pinceladas de este libro, en el cual nos podemos ver reflejadas y maravillarnos
de estas vidas. Y también contemplar nuestra propia vida desde otras ópticas o,
como dirían de la tierra duranguense, con otra intensidad de la luz del sol. * Profesora
de Literatura CEPE-UNAM, CU, México,
D.F |
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