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Nuestras virtudes
y nuestros defectos están unidos como la energía y la materia. Cuando se
separan el hombre no existe. —Nikola Tesla El periodo de
mayor intensidad económica, la más acelerada movilización social y migratoria
que haya vivido el norte de los Estados Unidos posterior a la Guerra Civil, fue
entre 1870 y 1917. Fue resultado de una larga historia, pero lo precipitaron
cuatro fenómenos simultáneos e interconectados: el mayor número de invenciones
y patentes que se hayan registrado en ese país; la
movilización hacia el norte de población esclava liberada por Lincoln en 1865;
constantes olas migratorias provenientes de todo el mundo que entraban por Ellis
Island; y por último y no menos importante, la acelerada introducción y
difusión de la electricidad en la vida cotidiana y los
transportes de aquel país, vórtice de la Segunda Revolución Industrial. Tal fue el contexto
que enmarcó el conflicto conocido como la guerra
de las corrientes eléctricas. The Battle of Currents enfrentó a
la Corriente Directa (DC) utilizada por Tomas Alba Edison (1847-1931) y la
Corriente Alterna (AC) instrumentada por Nikola Tesla
(1858-1943), un migrante proveniente de Croacia que fue invitado por Edison cuando
supo que había solucionado en un fin de semana un corto circuito que nadie
había resuelto en la planta de energía construida por la Continental Edison Company para suministrar de energía a la
estación de ferrocarril de Estrasburgo en Francia. Este hecho sucedió antes de
ser inaugurada por el emperador Guillermo I en una gran ceremonia muy esperada
en la región de Alsacia. [1] Cuando Tesla
llega a Nueva York y se presenta en las oficinas de Edison, ya conocía las
limitaciones del sistema de Edison (CD), pues no en vano había resuelto problemas
que nadie atinaba ̶ los calentamientos de los electrones
cuando van en una sola dirección ̶ en la estación de tren de
Estrasburgo, cuando trabajaba para la Continental
Edison Company en París bajo las órdenes de Charles Batchelor,
mano derecha de Edison. Entre las pertenencias que llevaba en su viaje a
América, había una nota escrita por Batchelor en la
que le decía a su patrón en Estados Unidos: "Conozco solo a dos grandes
hombres y usted es uno de ellos; el otro es este joven" [2]. La historia de la
enemistad entre Edison y Tesla constituye uno de los capítulos más apasionantes
en la Historia Social de la Tecnología, porque entrelaza perfiles psicológicos,
invenciones detonantes, contratos millonarios, (la instalación del
aprovechamiento eléctrico de las cataratas del Niágara estaba en juego); competencias
empresariales feroces, criminalidad y justicia confundidas, como el bien y el
mal. Todo ello en torno al surgimiento de un objeto terrible: la silla
eléctrica, inventada por Harold P. Brown, un asistente de Edison, y construida
con corriente alterna, el sistema de Tesla. Edison lo utilizó precisamente para
contrarrestar y desprestigiar a sus enemigos, Nikola
Tesla y George Westinghouse, asociándolos a ese objeto terrible que, según
Edison, la gente rechazaría junto con el sistema de CA de Tesla. Todo ello
culmina en la electrocución violenta que parecería más salida de una novela
negra macabra que de la propia realidad, que siempre supera la ficción. Tuvo
lugar en la State Prision
of Auburn en el Estado de Nueva York a las siete de la noche del jueves 21 de
agosto 1890: la inauguración de la primera silla eléctrica en el mundo, cuyas
terminales fueron a parar en la piel de William Kemmler,
un asesino que meses antes había descuartizado a su novia con 26 hachazos. Habiendo
confesado su crimen casi de inmediato, fue enjuiciado y sentenciado a
muerte. Lo que marcó la diferencia y lo hizo pasar a la historia es que fue el primer hombre
en morir sentado en aquella rupestre silla hecha de madera, hierro y cuero,
bajo la potencia eléctrica de 2000 voltios. Cuando los jueces
deciden la ejecución de Kemmler, ya había tenido
lugar un fuerte enfrentamiento empresarial entre estos dos gigantes que comandaban
ya para entonces poderosas compañías, montadas sobre la invención de dos metodologías
para el manejo del flujo eléctrico, la General Electric y la de George
Westinghouse, un aguerrido y visionario empresario que defendió el esfuerzo y
la brillante inteligencia científica de un hombre que fue en todo sentido lo
opuesto a Edison, el genio croata de Nikola Tesla,
que utilizó la Corriente Alterna (CA). Pero más allá de sus diferentes
personalidades, y al margen de que su propuesta demostrara a la larga, que era
superior al flujo directo de Edison, el hecho es que la visión de Tesla
apuntaba a la transmisión inalámbrica de energía e información, es decir, a dos
descubrimientos centrales para el desarrollo tecnológico del siglo XX: las ondas
de radio y la internet [3]. Si T. A. Edison
era orgulloso y ambicioso, Tesla era sencillo y tímido. Si Edison orientaba su
talento inventor a la búsqueda de fama y fortuna, a Tesla le preocupaba resolver
problemas técnicos para el bien común. Todo lo anterior está bien documentado,
como lo está la causa por la que Tesla abandonó la compañía General Electric:
Edison nunca le pago sus deudas, ni sus promesas, justificándose con la bromita
de que no conocía el humor norteamericano.[4] Aunque Edison fue la estrella dominante a
principios del siglo XX, es ahora, a principios del siglo XXI, cuando viene el
reconocimiento y la popularidad de Nikola Tesla. A
este le interesaba más una fuente gratuita de energía para toda la humanidad, a
Edison una gran rentabilidad. Una vez más el encuentro de dos caracteres
humanos muy comunes: el pragmático y el soñador. En suma, Nikola
Tesla es el descubridor de la aplicación más importante derivada de la
corriente alterna, el motor de inducción polifásico, el verdadero responsable
de que la electricidad pasara de ser un fenómeno más o menos llamativo y
apasionante a ser una verdadera fuerza que transformó los medios de transporte
y la vida cotidiana. Tan es así, que su diseño original apenas ha cambiado en
la mayor parte de los motores eléctricos existentes. La tecnología creada por Tesla fue la única capaz de iluminar
grandes ciudades y enviar electricidad a miles de kilómetros de distancia;
gracias a ella, los tímidos balbuceos puestos en marcha por Edison, tuvieron un
impulso definitivo cuando la compañía de George Westinghouse, utilizando las
patentes de Tesla, ganó el concurso para iluminar y electrificar la Exposición
Colombina de Chicago de 1893, la aún hoy impresionante Ciudad Blanca. Gracias a
Tesla fue posible construir la primera gran central hidroléctrica
del mundo situada en las cataratas del Niágara y capaz de suministrar energía a
un quinto de la población estadounidense al poco tiempo de su inauguración. [5] Nikola Tesla es hoy el símbolo de los rebeldes del mundo,
que demuestran que, desde hace cien años, se pudo haber evitado el penoso y
costoso camino de los combustibles fósiles vinculados a un capitalismo
depredador. Tesla fue visionario al intuir la posibilidad encontrar una fuente
de energía limpia, barata, abundante, renovable, basada en los elementos existentes
en el planeta: el tiempo atmosférico, la conductividad de la corteza y la
ionosfera, la energía solar, la geotérmica, la eólica. Quien eclipsó su
viabilidad y fue el tiro de gracia a la suerte de nuestro personaje, fue el
principio de realidad del dinero, representado por J. P. Morgan, el banquero más
poderoso que llegó a capitalizar el auge y expansión económica de la Segunda
Revolución Industrial, el hombre que tejió los intereses empresariales de
Carnegie, Vanderbilt, Guggenheim, Rockefeller, Astor
etcétera. Efectivamente, Morgan impidió el nacimiento de una tecnología que
habría acabado con la dependencia energética de la humanidad y el pingüe
negocio que representa; le puso trabas hasta que la extensión del sistema energético
que hoy conocemos ya se había hecho irreversible[6]. Por ello resultan paradójicas –en el amplio contexto
de una necesaria Historia Crítica de la Tecnología- todas aquellas posturas que
niegan el cambio climático y no desean saber nada de la sustentabilidad ni de
la posibilidad de la eliminación del gasto militar y la pobreza en el mundo. Porque
la historia y evolución de la tecnología revela la lucha de las dos fuerzas que
buscan la implantación de sus intereses: el trabajo y la sociedad frente a los
dueños del capital. Por suerte el espíritu de Tesla está en la atmósfera y
en la conciencia crítica frente a quienes buscan controlar Internet. Concluyo
con una cita de J. Habermas: La
Ilustración, entendida en sentido puramente técnico, debe ser ilustrada desde
afuera y por encima de sí misma. Es la única forma de que las ciencias sociales
no sigan junto con la técnica una dirección ideológicamente equivocada, esto es
hacia la conquista de lo vivido. Es la única forma de evitar que estén al
servicio de los sólidos intereses de los poderes económicos o políticos, o
simplemente al servicio de una técnica social ilimitada que con su gigantesco
aparato reduce al hombre a su minoría de edad y lo despolitiza. Es la única
forma, finalmente de que no se haga realidad ese "sueño cibernético"
que desembocaría en una regulación total de la sociedad, en una administración
racional del mundo mediante un gobierno de técnicos. Bibliografía Tesla, Nikola. (2011). Yo y la energía. Presentación de Miguel
A. Delgado. Madrid, España: Turner Noema. White, M. (2002)
Acid tongues and tranquil dreamers. Eight scientific rivalries that changed the world. Nueva York, NY:
Perenial Harper Collins Publishers. Cheney , M. (2007).NikolaTesla, el hombre al que le robaron la luz Madrid, : Turner Noema. Bloch , E. (1977). El principio de esperanza Madrid, España: Aguilar. Habermas , J. . (1994). Conocimiento
e interés Barcelona, España: Taurus. *Profesor de
Historia CEPE-CU, UNAM, México, D.F. [1] En White M.(2002), p. 170.pp 170 [2] En Tesla, N. (2011). [3] Un hecho que demuestra la cantidad de enemigos que tuvo Tesla fue el hecho de que, en 1943, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos reconoció que G. Marconi había pirateado las patentes de Tesla para la presentación de sus prototipos. N. Tesla Yo y la energía, op cit. p. 95. [4] Cuando Tesla pidió cita para hacerle la petición formal para reclamarle sus deudas Edison simplemente sonrió y le contestó: "Tesla you don´t understand our American humor". Michael White, (2002), p 174. [5]En Tesla, N. (2011), p. 23. [6] En Tesla, N. op cit,
p. 123. |
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