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Lo que le pasó a mi madre

Naïma Ducruezet*

Fotografía: Marco Negrete

Era un día perfecto. El cielo estaba totalmente despejado, de color azul fuerte. El aire era limpio, puro, transparente. El sol ardía con todas sus fuerzas, tratando de forzar el obstáculo del parasol. La ligera brisa marina jugaba maliciosamente con las briznas de paja que salían de la palapa. Las agitaba, reuniéndolas para separarlas mejor el siguiente minuto. Pequeñas olas animaban el mar y suavemente lamían la playa, una tras otra, haciendo rodar cariñosamente las minósculas conchas que encontraban al paso.

Una gota de agua de mar le corría en la pierna derecha, dejando una huella detrás, como lo haría un caracol. Llegó hasta un dedo del pie, pareció vacilar tres segundos antes de, finalmente, caer en la arena dorada, al pie de la tumbona.

El sol se había movido y ahora sus piernas ya no estaban en la sombra. Empezaban a calentarse demasiado. Era más prudente volver a la casa antes de que se pusieran rojas.

Se incorporó y pusó sus pies en la arena. Estaba tan caliente que le quemó. Enseguida se puso el vestidito y caminó hacia la casa. Iba rápidamente, a pasos largos, apenas tocando el suelo ardiente. Por fin, puso el pie derecho en la primera piedra del camino adoquinado que conducía a la cocina, pasando por el jardín. Colocó el pie izquierdo en la segunda piedra y lo extendió para tener el máximo contacto con el frescor, un tanto hómedo, de la roca.

Avanzó en el pensil, adelantando las rosas rojas y blancas, los tulipanes amarillos, anaranjados y morados para pararse frente a la puerta blanca de la cocina, al lado de la palmera. Un olor agradable le lisonjeó las ventanas de la nariz. Su madre probablemente estaba preparando spaghetti boloñese, su plato favorito.

Giró la manilla y entró. La puerta se cerró brutalmente, empujada por una ráfaga de viento imprevista, y produjo un ruido similar a una explosión. Sus ojos tardaron un rato en acostumbrarse a la sóbita falta de luz.

Y de repente lo vio.

El agua borbollaba en la cacerola. Pequeñas burbujas se formaban sin cesar, creciendo hasta el inevitable estallido. La salsa boloñesa cocía a fuego lento, exhalando un olor inimitable. Todo esto era normal. Pero el hurón en el mismísimo centro de las cucharas de madera, que estaban al lado de las placas eléctricas, no.

El hurón estaba lamiendo una cuchara manchada de tomate. Tenía el pelo marrón oscuro, con una mancha blanca en la cumbre de su larga cabeza. Era delgado, y su cola, levantada, ondulaba como una serpiente.

Cuando María esbozó un paso hacia el centro de la cocina, el hurón alzó la cabeza y la miró, seguro de sí mismo. Se acercó a la sartén y pareció oler el aroma que salía del recipiente. En este momento, María se indignó y de repente avanzó hacia el animal para echarlo de la cocina. Cuando se dio cuenta de que la chica iba a agarrarlo, se deslizó detrás de las cacerolas, saltó al suelo y desapareció en el salón.

"Voy a buscarlo más tarde", se dijo María. "Por ahora, necesito encontrar a mi madre ¿dónde está? ¿por qué se fue de la cocina dejando las cacerolas en las placas y la televisión encendida?"

La muchacha dio la vuelta a la casa y al jardín, aun miró en la playa que acababa de dejar. No pudo encontrar a su madre. Cuando regresó a la cocina, decidió apagar las placas. Las risas exageradas que se escapaban de la televisión la estaban molestando; se fue al cuarto de estar para apagarla. Al entrar en el cuarto, vio al hurón tranquilamente sentado en el sillón en el cual su madre solía mirar la televisión. Estaba mirando el talk-show que le gustaba tanto a la madre de María que lo seguía cada día. El animal estaba instalado de manera muy confortable, con la cabeza en un cojín, y parecía contento. De hecho, estaba sonriendo como si entendiera los chistes del presentador.

La chica empezó a dudar: "¡Qué raro que ese hurón haya aparecido justo cuando falta mi madre! ¡Y tiene todas las actitudes de ella también! Además... esta mancha blanca que este animal tiene en la cabeza... ¡me hace pensar en la mecha de canas de mi mamá! ¿Y si ese hurón fuera en realidad mi madre? No... es estúpido. Pero me parece ser la única explicación."

Pues María decidió llamar a su mejor amiga, Elena, para platicarlo. Elena llegó rápidamente para echarle un vistazo al animal. "Ay, de verdad, es que se parece mucho a tu madre. ¿Has visto el color de sus ojos? ¡Es exactamente el mismo!". Al final, las dos se pusieron de acuerdo: el hurón era la madre de María. Por razones inexplicables, se había transformado en ese mamífero peludo.

En cuanto Elena se fue, María le trajo a su madre un plato de spaghetti boloñese, que comió con un apetito voraz. Por la tarde, la cuidó, haciéndola salir cuando lo necesitaba. También la baño antes de acostarla en un montón de cojines para pasar la noche. Los días siguientes, la chica siguió cuidando al animal, peinándolo para que su pelo estuviera más brillante, preparándole platos deliciosos, jugando con él en el pensíl; hasta la noche del tercer día cuando sonó el teléfono.

—¿Señorita María Moreno?

—Sí, soy yo.

—Soy el doctor Fernández. Le llamo porque tenemos aquí en el hospital a su madre. Ha llegado hace tres días con una pérdida total de memoría, pero ahora la ha recobrado y nos dio sus datos para que la llamáramos.

—Dios mío, ¿pero qué pasó?

—Por lo que nos contó su madre, la señora Moreno, había salido de la casa en coche para ir a comprar un ingrediente que le faltaba para una receta y en el camino un hurón salió de manera repentina de la maleza. Le sorprendió tanto que perdió el control de su vehículo y chocó contra un árbol. Una persona que pasaba por allí llamó una ambulancia para llevarla al hospital. ¿Ud. no la buscaba? ¿Viven juntas?

—Sí, vivimos juntas... es que... es un poco complicado, ¡pero ahora estoy muy feliz de encontrarla bien!

María fue a recoger a su madre al hospital y le contó la historia. Le gustó tanto a la madre, que decidió conservar al hurón en casa. Y a veces, cuando María llama "¡Mamá!", ambos, el animal y la madre, contestan.

 

*Estudiante francesa
CEPE-UNAM, México, D.F.
nducruezet@gmail.com