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Aquel momento

Mbula Niyitegeka Gilbert*

Fotografía: Mbula Niyitegeka Gilbert

Le vinieron a saludar. Nunca lo olvidaré. Le vinieron a saludar y todo cantaba. Primero hubo como un grito de júbilo melodioso, unos trinos fáciles que cayeron en el aire con el ruido de perlas que saltan sobre los cristales de una armonía. Vino una pausa. Uno de ellos se levantó agilísimo, prolongado, extraordinario, como para dar una prueba de fuerza, como un desafío a un rival desconocido. Hubo una segunda pausa. Un tema de notas pasó por una cadena de variaciones ligeras, modulado como por una flauta de caña. Otra pausa. El canto se convirtió en alegría, se desarrolló en una sucesión de tonos mayores y menores, expresando la alegría del día de su nacimiento.

Parecía que el jardín escuchara, que el cielo se inclinara sobre el árbol, desde cuya copa un poeta vertía torrentes de armonía. La selva de las flores tenía una respiración profunda y callada. Algunos resplandores claros aparecían aún en la zona occidental. Los últimos rayos del sol franjeaban de oro y púrpura aquella tarde en que le cantaron la mañana de su nacimiento.

El momento terminó como había iniciado, entre comidas y vinos deliciosos. La última mirada del día era triste, casi lúgubre por el dolor de la separación; pero una estrella apuntó, viva y temblorosa, como una gota de luminoso rocío en cada uno de ellos. Era el día de su cumpleaños que nunca olvidaré.

*Estudiante congoleño de Español Superior
CEPE-UNAM, México, D.F.
gilmbula@yahoo.fr