Amor Prohibido

Cori Allan*

Con un respiro, miro las manecillas lentas del reloj. Veo a la profesora, pero todavía no se ha dado cuenta de que no tengo los pies en la tierra. Él es el amor de mi vida. Donde él camina, también camina el sol. Él es el pulso de mi corazón. La luz en mi mundo obscuro. El agua de mi vida.

En el campo de futbol, cuando el equipo de chicas tiene la gran oportunidad de jugar contra los chicos, me siento mirando hacia su lugar, cantando “I can’t see me loving nobody but you for all my life, when you’re with me, baby, the skies’ll be blue for all my life”. Dibujando corazones en la tierra.

 Aunque él es mi vida tengo que guardar su nombre en el fondo de mi corazón; es un amor prohibido. No es por edad, aunque él sí tiene un año más que yo, y no es porque él ya había encontrado a alguien. No, es porque su familia es gran amiga de mi familia. Somos seis: él, su hermano menor, su hermana la más chica, mis dos hermanas menores y yo. Juntos jugamos. Juntos reímos. Juntos hablamos sobre la gran vida. No importa que sólo tengamos 14 o 10 años, ya sabemos mucho del mundo. Este secreto rompería nuestro mundo, destruiría lo que tenemos. Así que lo guardo.

Espero los minutitos que tengamos solos. Cuando puedo hablar con mi corazón. Cuando tengo la gran oportunidad de preguntarle cosas importantes: “¿Cómo estás? ¿Cuál es tu color favorito?” Durante mis clases, el mejor momento del día es cuando él entra para hablar con la profesora; eso no ocurre mucho, pero cuando pasa, es la mejor parte de mi día.

¿Puedo decirles un secreto? Creo que él me ama también. A veces me mira cuando cree que no estoy prestando atención. A veces me abraza por un rato más largo de lo normal. Cuando miro en sus ojos, creo que existe el mismo deseo, un deseo de un amor prohibido.

Fuente de imagen: mnj, Jardin de Reuilly1.

*Estudiante de Estados Unidos del Taller de Redacción, Español 7
CEPE-Ciudad Universitaria, UNAM, CDMX, México

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