Reseña de “La misma luna” , historia de migrantes
Morris Thompson*
La misma luna [1]empieza en la oscuridad, bajo una luna llena, y termina a plena luz del sol. Entre esos contrastes clásicos, la película logra iluminar con nitidez las dificultades enfrentadas por gente mexicana indocumentada que busca una vida mejor en Estados Unidos.
Contada principalmente a través de los ojos de un niño de nueve años de edad, la película sigue los pasos de Carlitos tratando de llegar con su mamá en Los Ángeles, California, desde un pueblo en el norte de México. Cuando muere su abuela, Carlitos toma la decisión de ir a buscarla. Un joven con agudeza y diligencia mucho más allá de sus años, ha ahorrado el dinero para pagar a los “coyotes” poco éticos que lo llevan.
Antes, había llegado a dudar de que su madre lo amara, pero el espectador pudo observar el contraste entre la vida de Carlos y la vida de su “compa”, que vende chicles en las calles en vez de asistir a la escuela. La mamá de Carlitos trabaja arduamente para cuidar a su hijo desde lejos. El guión es genial en su manera de alternar entre la realidad del niño en México y su madre en California. Ella es trabajadora doméstica, y, en otro recurso de contrastes, una de sus empleadoras es abusiva y la otra simpática.
Carlitos también tiene que tratar tanto con los malos como con los buenos en su odisea. Nunca supimos ni cuándo ni por qué se fue el papá de Carlitos. No sabemos si tiene otra familia, como algunos de los hombres que cruzan hasta “el otro lado” y que, igual que el padre de Carlitos, no cumplen con sus responsabilidades hacia su progenie. Y vale saber que descubre por lo menos a uno cuya brújula moral está en medio: un hombre que les paga a dos personas (a Carlitos y a su nuevo compañero reticente de viaje, Enrique) el salario de una.
Durante su periplo, viven Carlitos y su nuevo compañero la incertidumbre que los migrantes indocumentados viven siempre frente a las autoridades de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, así como la fraternidad que frecuentemente comparten. Por lo general, no siempre: cuando Enrique estaba por librarse del “morro”, cambió de idea al ver la amenaza inminente para el niño por parte de unos tipos chicanos borrachos.
Lo mejor de la película es la actuación de los tres protagonistas: Kate del Castillo (la mamá), Eugenio Derbez (el compañero en la mayor parte del viaje de Carlitos), y sobre todo Adrián Alonso (Carlitos). La película tiene humor y tragedia; efectivamente, es una fábula que, como hacen las fábulas, nos enseña una verdad innegable.
Sin embargo, en mi opinión, el desenlace de la película no es creíble. No creo que el hijo fuera con tanta fortuna justo al lugar donde vería a la mamá en una ciudad tan enorme como Los Ángeles.
No obstante, el encanto de todo – la actuación, la cinematografía, el guion, la enseñanza – dejó a este espectador dispuesto a suspender la incredulidad y aceptar un final feliz con una sonrisa y una lágrima.
Imagen: MNJ, Cráteres
*Estudiante de Estados Unidos de Español 5
CEPE-Ciudad Universitaria, UNAM, CDMX, México
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