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Octavio Paz (1914-1998): una ausencia entrañable

Gustavo Peña*

Octavio Paz no sólo fue merecedor del Premio Nóbel de Literatura de 1990; también representó al intelectual mexicano del siglo XX. Sin su obra y sus aportaciones teóricas no comprenderíamos la vida cultural de Hispanoamérica. Al igual que Juan Ramón Jiménez, Vicente Huidobro, César Vallejo o Pablo Neruda, Paz abrió caminos para las nuevas generaciones del siglo XXI.

Su obra abarca la filosofía, la poesía, el ensayo, la historia, el arte, las relaciones internacionales, la música, etc. A semejanza de los sabios griegos, trató de llegar a la totalidad del conocimiento. Y al igual que aquellos maestros, se enfrentó a la ignorancia, la envidia, y la difamación.

A diez años de su muerte, aún perduran los comentarios sobre su indefinición ideológica, sin entender cuán complejo fue para un intelectual como él allegarse a una, ya que conoció bien el mundo de la bipolaridad política y sus manifestaciones. Incomprendido por la izquierda y rechazado por la derecha, supo mantener sus ideas y continuar su obra.

La historia mexicana está acostumbrada a identificar con un grupo o mafia a sus intelectuales, políticos, artistas, filósofos, etcétera. Es grave para cualquier pensante no pertenecer a alguno. Sin embargo, Paz se atrevió a desafiar esa regla no escrita. En 1968, después de los sucesos de Tlatelolco, renunció a su cargo como Embajador de México ante la India, acto suicida de acuerdo con las reglas de la política mexicana. Los intelectuales oficialistas lo acusaron de comunista cuando denunció los campos de concentración estalinistas; la izquierda mexicana lo acusó de saboteador. Pese a todo, él mantuvo sus afirmaciones y enfrentó los ataques.

Después de algunos años fuera del país, regresó a fundar la revista Plural, cuyo objetivo fue dar a conocer las diversas ideas y opiniones sobre los problemas de México y del mundo; "Plural en oposición a monolítico, monopolio, monocorde, monotonía y otras palabras que comienzan con el prefijo mono, que denota único o uno solo", afirmó. Atacado por la izquierda, tuvo sin embargo el apoyo de muchos amigos que lograron mantener la revista en circulación.

Conocedor profundo de la historia mexicana, estudió el por qué del absolutismo político en México, así como el por qué de la "corte" que rodea a un presidente y de la necesidad en cierto momento de un partido oficial. Analizó el sistema político desde una perspectiva científica, no ideológica, a través de la crítica, no del ataque ni del enfrentamiento.

Homero, Platón, Virgilio y Dante son los autores que a Paz le hubiera gustado que leyera el pueblo, y estudió las aportaciones de estos autores a la política y la economía, lo que le lleva a asegurar: "El libre mercado probó ser más eficaz que la economía estatal, pero el mercado no es una respuesta a las necesidades más profundas del hombre. En nuestros espíritus y en nuestros corazones hay un hueco, una sed, que no pueden satisfacer las democracias capitalistas, ni la técnica".

Recurre además a Rousseau, Montesquieu, y Hobbes para reflexionar sobre la virtud de los ciudadanos y la ética a seguir, respecto a lo cual afirma que no es sólo en la vida privada ni la conciencia individual en lo que se debe enfocar la conducta, pues la conducta de cada ciudadano tiene una dimensión pública: "La reflexión ética abarca muchos aspectos de la vida económica y social: la crítica de la economía de consumo y de los medios de comunicación, la búsqueda de la fraternidad, la libertad erótica, la vida interior, la defensa del medio natural". Temas ahora de gran actualidad.

Sobre la política, no la disocia de la ética: "Ética y política forman un sistema de vasos comunicantes. Es claro que la esfera de la política se distingue en muchos aspectos de la ética. La política es el dominio de la acción pública; su célula es el ciudadano y sus elementos primordiales los grupos y las clases. La política, además, es una práctica; no sé si sea realmente una ciencia y tampoco estoy muy seguro de que sea un arte". En este cuestionamiento muchos estarán en desacuerdo, sin embargo, dudar es hacer ciencia, y es lo que hizo Paz.

Para Octavio Paz nuestro tiempo requería de una nueva filosofía que respondiera a los grandes problemas de nuestro tiempo, "considerando la doble herencia del pensamiento moderno de Occidente: el liberalismo y el socialismo, la libertad y la justicia. En seguida, deberá tener presente las visiones del hombre y de la mujer que nos han dejando los grandes poetas, los trágicos griegos, Dante, Shakespeare, y Cervantes a los poetas y novelistas modernos".

Sobre México y América Latina, supo discernir sus peculiaridades; conocedor de su historia, denotó las diferencias de desarrollo político y social de los dos principales virreinatos españoles, la Nueva España y el Virreinato del Perú: "Por su historia, por su cultura e incluso por su situación geográfica, México presenta indudables diferencias con el resto de las repúblicas de América Latina. El país que podría parecerse más al nuestro es Perú: dos altas civilizaciones prehispánicas y, sobre todo sus restos, dos ricos virreinatos. No obstante, hay diferencias muy profundas entre las dos civilizaciones indígenas". Completó este planteamiento con un profundo estudio sobre estas diferencias y similitudes.

De la Revolución Mexicana de 1910 realizó un análisis de los proyectos que conllevó este movimiento social: "Fue un proyecto de modernización política (Madero); y económica (Calles); sin embargo, el zapatismo fue una vuelta a los orígenes: una revuelta mas que una revolución. Desde la fundación del PNR, en 1929, el país comenzó de nuevo a modernizarse, no sin tropiezos y estancamientos. Subrayo: en lo económico y lo social, no en lo político". En franca referencia al estancamiento político de la sociedad mexicana en los años noventa.

Respecto a la mala distribución de la riqueza en México, Paz hizo pertinentes observaciones, que no fueron consideradas por el oficialismo político: "La distribución de los beneficios es un problema social y económico; los medios para lograrla son, ante todo, políticos; la democracia y el sindicalismo libre. La lucha por la distribución más justa de los bienes económicos es una tarea que corresponde, esencialmente, a los trabajadores y a los consumidores, y que sólo puede llevarse a cabo en un régimen plenamente democrático. Así pues, las reformas económicas nos conducen a la reforma política".

Los cambios políticos en México los contempla Paz como una lenta transformación, muy propia del país, ya que el caso no es igual al de muchas otras naciones que han tenido cambios políticos, pues en el proceso político mexicano no se trata del tránsito de una dictadura político-militar a una democracia: "México no ha vivido bajo una dictadura militar, ni bajo un caudillo impuesto por el ejército vencedor en una guerra civil, como España. El régimen de partido hegemónico en simbiosis con el Estado fue un compromiso para resolver las pugnas violentas de las facciones revolucionarias". Por esta razón los cambios esperados tendrán su tiempo.

Reflexiona sobre la figura del Presidente y su inmutabilidad ante los cambios: "Entre los privilegios de nuestros presidentes, el más notable es la facultad de designar a su sucesor. No es un privilegio democrático: es una práctica santificada por la costumbre desde hace setenta años. En realidad, es un rasgo monárquico del sistema mexicano". Una verdad comentada, pero no declarada por muchos politólogos, pues existe el miedo a ganarse la enemistad del ejecutivo y su corte. Paz sí lo hizo.

Al tocar el tema de la Reforma del Estado, Octavio Paz va más allá de una simple contemplación: "La reforma que preveo no puede ser el resultado de la voluntad individual de un presidente; tampoco puede ser impuesta por una oposición dividida y que no ha probado ser mayoritaria. El cambio no será voluntario ni impuesto: será la natural consecuencia de la evolución política del pueblo mexicano". A través de este pensamiento vemos la fe de Octavio Paz en la democracia.

Al dialogar sobre los horrores y errores en el mundo, así como las fallas de la democracia y su mala práctica, Octavio Paz demostró su fe en ella y en los demócratas: "Pesimismo y optimismo son etiquetas y dicen poco. Asumo, al mismo tiempo, la defensa y la crítica de la modernidad porque la crítica es inseparable de la modernidad. Nació con ella. Desde su aparición, la modernidad no ha cesado de criticarse a sí misma. Pero la crítica del mundo moderno y sus horrores no me lleva a renegar de la democracia: a pesar de sus fallas, es uno del pocos bienes verdaderos de la falaz civilización tecnológica".

Si bien para algunos lectores Octavio Paz puede ser complejo y difícil, recordemos el diálogo entre Sócrates y Menón en el Libro VII de la República, que nos hace reflexionar que no es fácil conocer la verdad, y llegar a ella implica un camino arduo y difícil, lleno de contradicciones y vericuetos que hemos de vencer para conocer bien las ideas de nuestro interlocutor. A diez años de su desaparición la obra de Octavio Paz es vigente y con una gran visión futurista; debemos esforzarnos por aprender de ella esa verdad que nos ayudará a conocer nuestra realidad.

Todos los comentarios en cursivas fueron tomados del diálogo entre Julio Scherer y Octavio Paz en 1993 y publicado en el artículo: "Paz: lo que creo, pienso y quiero" Proceso. México. 27 de abril de 2008. No 1643. p. 49-65.

*Profesor de Historia
CEPE-UNAM, México, D.F.
guspe@servidor.unam.mx