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Temazcal, un ritual prehispánico

Bart Hall*

Tenía una vaga idea de lo que significa el término "temazcal" habiendo leído la historia de los antiguos pueblos prehispánicos de lo que hoy es México. Sabía que se trata de un baño de vapor hecho dentro de una choza de barro. Entonces, cuando una amiga en Taxco[1] me hizo una invitación, fui con muchas ganas de experimentarlo.

Llegamos al Temazcal Tonoli un domingo por la tarde. Este está ubicado en la calle La Florida antes de los arcos. Entramos por el portón y bajamos hasta el patio. Ahí encontramos el temazcal, una construcción de concreto circular. Mide más o menos cuatro metros de diámetro con paredes de un poco más de un metro de altura y techo plano también de concreto. Se trata de una versión moderna del temazcal.

A primera vista noté que había una puertecita en la parte de enfrente cubierta por una cobija gruesa. La construcción tenía una extensión de aproximadamente un metro cuadrado, con un escape donde se pone fuego de leña para calentar piedras. Las piedras, más bien rocas volcánicas, sirven para calentar el espacio dentro del temazcal con vapor hecho cuando se vierte agua sobre ellas. El funcionamiento es el siguiente: es necesario que el espacio interior esté separado de la caja del fuego cuando están calentándose las piedras para que no entre humo y no lo ensucie ni lo deje oliendo mal. Para eso utilizan una pesada lámina de fierro que cubre bien la caja utilizando barro en su perímetro para producir un sello hermético entre las dos áreas. Se requiere de seis horas con el fuego prendido hasta que las piedras se ponen rojizas. Luego sacan las cenizas para terminar con el proceso de combustión; quitan la tapa interior, dejando las piedras calientes al descubierto y finalmente, se tapa la caja del fuego del lado exterior. El último paso para tenerlo listo es acondicionar el interior. Colocan un yute (una fibra resistente) mojado sobre el piso, añaden ramas de chapuliscle, que da un olor agradable y tranquilizante, y unas cubetas de agua. Sobre la entrada está colgada una manta gruesa que no permite la entrada ni de un rayo de luz en el espacio.

Afuera, con unos fuertes soplidos sobre un caracol dirigido a los cuatro rumbos del mundo, la guía nos llama la atención. Uno por uno pasamos con ella que nos limpia con humo de un sahumador antes de entrar al temazcal a gatas. Cada uno toma asiento sobre el piso y luego luego la guía baja la manta, dejando el espacio oscuro, mientras habla de la tradición del temazcal y vierte agua sobre las piedras. Inmediatamente uno siente un calor intenso y húmedo que envuelve totalmente el cuerpo y entra a los pulmones con cada respiración. Ella habla de nuestros antepasados, de sus creencias en los elementos: el fuego, el viento, la tierra, y el agua, los cuales representan respectivamente nuestro espíritu, aliento, cuerpo y sangre. Después nos deja en silencio unos minutos en la oscuridad para contemplar el universo o cualquier cosa que entre en la mente, mientras ella hace circular el vapor agitando las ramas de capuliscle. Luego empieza a tocar el tambor, cantar y hablar de la tranquilidad y la paz, de nuestra propia fuerza para dirigir la vida y enfrentar los males que encontramos en nuestro camino. Más tarde invita a los asistentes a decir sus nombres, que digan la razón por la cual vinieron y mencionen si hay algo que quieren cambiar o mejorar en sus vidas. Unos sí hacen referencia a situaciones personales que quieren superar, otros sólo confían en dar sus nombres. Luego, nos da sábila con la que nos lavamos el cuerpo, exprimimos la savia que se mezcla perfectamente con el sudor dejando la piel suave y limpia. Ella sigue agitando las ramas a menudo para que el calor se distribuya, porque la tendencia es que se acumule en la parte superior. Algunas personas prefieren girarse, poniendo las piernas arriba y las cabezas en el suelo, donde pueden refrescarse relativamente con la temperatura menos calurosa. Para algunos es necesario verter agua fresca sobre la cabeza, porque sienten mareo. Otras piden permiso para salir antes de terminar la sesión, porque no aguantan la temperatura. La sesión se termina después de dos horas, pero los que quieren disfrutar más tiempo son invitados a quedarse adentro. Cada uno en su turno tiene que pedir permiso para salir, debido al riesgo de desmayarse al levantarse, así que la guía da la mano a cada uno que sale. Afuera, todos reciben un cubetazo de agua fría sobre la cabeza para reducir rápidamente la temperatura interna que ha subido durante el tiempo encerrado en el temazcal.

No todos encuentran la experiencia agradable. Los gorditos no aguantan el calor, otros no quieren compartir sus problemas con los demás. A mí me gustó. Me gusta como relacionan el ritual prehispánico con elementos modernos, haciendo un tratamiento casi espiritual contra el estrés, trastornos personales y la incertidumbre de la vida cotidiana.

Si tienes la oportunidad de acudir a un temazcal tradicional, ¡hazlo! No te hace daño y tal vez el resultado mejorará alguna parte de tu vida.

*Estudiante canadiense de Español Superior
CEPE–UNAM, Taxco, México

 

Fuente: http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080024707_C/1080024709_T28/1080024709_01.pdf