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Entrevista con un amigo finado

Roger Verreault

Al caer la noche el viento se había callado, y una vez más, como muchas otras, un hombre volvía a su pueblo con su pesca, por el sendero del Lago de los Rizadillos. Se llama así por su forma particular, es un lago hecho de bahías agudas y de difícil acceso. En los árboles, algunas aves ejecutaban su canto final del día, sin duda llamando a su pareja antes de la noche. Sus cantos sonaban como flautas, y se hacían ecos como si anunciaran que algo mágico estuviera a punto de producirse. El hombre era prudente, caminaba sin ruido, escuchando cada sonido alrededor de él, porque sabía que en la vida del bosque, cada crujido tiene su razón, su sentido.

De repente un gran búho se posó delante de él y le habló.

Búho: Conozco a tu amigo que murió recientemente en la batalla que se produjo por aquí entre estos pinos. Sé cómo durante años él y tú pescaron juntos y caminaron en estas montañas, y cómo al final cuando murió, no estabas tú y no pudiste hablar con él antes de su partida para el otro mundo. Si lo deseas, te permitiré verlo de nuevo, pero sólo un momentito, a fin de que se despidan como debe ser.

Hombre: Tú eres un búho, ¿cómo puedes llevarme contigo y asegurar mi regreso después? Sabes que tengo que volver a mi pueblo con mi pesca. Me espera mi familia.

Búho: No te preocupes, estarás con tu esposa y tus hijos antes de la caída de la noche. Ahora mismo te llevo conmigo porque tu amigo existe.

De repente, en otro lugar, detrás de un gran árbol, el hombre vio a su amigo esperándolo sentado sobre una piedra, y que le esperaba. Se acercó a él, agradeciendo a los dioses haber encontrado aeste búho.

Hombre: ¡Saludos, viejo amigo! ¿Qué tal? Como lo sabes, estoy aquí en el cielo contigo, con permiso especial de un búho, puesto que moriste tan súbitamente que no pude hablar contigo y despedirme de ti como debe ser. Felizmente, hoy este búho me concede la gracia de acompañarme algunos momentos, y me permite esta breve visita. Puesto que no puedo quedarme mucho tiempo aquí contigo, en seguida vamos a conversar. Entonces, leal compañero, ahora que estás muerto, ¿cuáles son los recuerdos más preciosos de tu vida?

Amigo: Bueno, antes de contestarte, primero quiero saludarte a ti, hombre qué bien te ves! Qué suerte tienes de poder continuar tu vida. Estoy aquí desde hace sólo un par de meses, y ya, a veces, ¡si supieras cómo me gustaría regresar a la vida! Pero como sabes, por el resto de la eternidad no podré. En cuanto a mis recuerdos más queridos, por supuesto que son los que están relacionados con mi familia y mis amigos. Los recuerdos que tienen más importancia son los que tengo de mi anciana madre, de mis ocho hermanos y hermanas, de mi esposa, de mis dos hijos, y por supuesto, de los buenos amigos de nuestra comunidad, nuestros perros y aves. Los extraño mucho, habría debido pasar por lo menos otros treinta o cuarenta años con ustedes, pero así es la vida.

Hombre: Cuáles son los recuerdos más interesantes de tu juventud?

Amigo: Durante mi niñez, nuestra comunidad cerca del río Gatinó, con mis hermanos mayores, mis primos y tíos. Después, durante mi adolescencia, recuerdo nuestras primeras experiencias, a escondidas, con el tabaco de mi abuelo, contigo y Cheche, ¿recuerdas? Y los cantos y bailes que aprendimos, primero con Betsi y Sami, y después con todos los otros amigos. ¡Qué etapa más emocionante! Con ustedes, participamos en concursos en el bosque contra otros grupos de jóvenes de la región y en muchas otras actividades por demás memorables.

Hombre: Y hablando de esos años de nuestra adolescencia, ¿de qué te arrepentirías ahora?

Amigo: Ah... sin duda de los primeros contactos con ese maldito aguardiente de perdición y los otros productos extraños que habían traído Cocho y Akan de no sé donde, que nunca habríamos debido probar. Lo peor fue la vez cuando el jefe me arrestó durante una tertulia particularmente intensa de cantos, humo y bebida, lo que devastó a mis pobres padres.

Hombre: Esa ocasión no la recuerdo, probablemente no estaba yo, pues te había perdido de vista durante ese verano. Sabes que tenía que viajar por las llanuras del este con mi hermano. Pero háblame de lo que hiciste en los años siguientes.

Amigo: Recuerdo a mi primer caballo, "Trueno Blanco". El mismo con el cual te enseñé a montar, ¿te acuerdas? Nunca habías visto a un caballo, ¿recuerdas? Al verlo exclamaste: ¡Qué raro ciervo! Y te escondiste hasta que te dije que todo estaba bien. Con mi caballo y el tuyo, "Luz del día", salíamos todos los momentos libres que teníamos, con nuestros arcos, flautas y tambores, a cazar en los bosques de la región. Íbamos al lago y a cuanto evento deportivo podíamos. Fue en esa época cuando tú y yo capturamos ese alce gigante, que fue calificado por el anciano como el más grande nunca visto en la nación. También recuerdo mi participación en otro grupo de cazadores de una nación aliada, lo que fue para mí una experiencia completamente extraordinaria. Y siempre contigo y los amigos, pasamos muchos momentos inolvidables en compañía de mi hermana Mani en torno al fuego en el campo. ¡Cuantas leyendas y historias no oímos!

Hombre: ¿Qué hiciste después?

Amigo: Como lo sabes, después de algunos años, perdimos nuestro campamento en un huracán, y cuando construímos el nuevo, el del otro lado de la montaña, me casé con Tumi. En los años que siguieron al nacimiento de mis hijos, apareciste de nuevo en mi vida, y otra vez nos dedicamos a muchas actividades, tanto en invierno, cazando en la nieve y el hielo, como en verano, pescando en los lagos de la región y en el río Gatinau. ¡Tantos días de sol, de aire y de placer!

Hombre: Bueno, amigo, tengo que irme, veo que el búho me hace señas, creo que no puedo quedarme más aquí. Ahora tengo que regresar a la vida y continuar mi camino. Te prometo que un día de éstos nos vemos de nuevo. Hasta la próxima.

Amigo: Hasta la próxima.


Con un aleteo, el ave tomó al hombre y lo puso de nuevo en el camino.