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Literatura dramática y moda femenina

Rosa Spada Suárez*

Las damas no desdigan de su nombre; y si mudaren de traje, sea de modo que pueda perdonarse, porque suele el disfraz varonil agradar mucho.

Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias.

El recurso de la mujer vestida de hombre en el teatro español.

La mujer vestida de hombre es un recurso dramático que surgió en el teatro español durante los llamados Siglos de Oro. Esta nueva modalidad suscitó en el espectador, junto con el asombro por el rico vestuario, un especial clima erótico, pues permitió a los asistentes observar a las mujeres actuar como hombres con la ropa ceñida al cuerpo y mostrar en todo su esplendor sus contornos femeninos. Lo anterior contribuyó a dar rienda suelta a la imaginación y al libre fantaseo del público, elemento indispensable en la magia del teatro.

Este procedimiento proporcionó a la comedia —aunque también surgió en la novela— una nueva visión de la mujer, porque la presentó en un papel atrevido y sensual, muy distinto del que se le asignó en la vida de ese momento histórico.

Tal recurso teatral empezó a manifestarse a mediados del siglo XVI y fue muy bien recibido, aplaudido y aclamado en los patios de los "corrales". Recuérdese que los corrales eran patios que daban a las casas vecinas. Las ventanas de estos edificios contiguos provistas de rejas y celosías hacían las veces de palcos. Las del último piso se llamaban desvanes y las inferiores inmediatas aposentos.

Debajo de los aposentos había una serie de asientos en semicírculo que se llamaban gradas y delante de estas, el patio. En el patio y cerca del escenario había filas de bancos, probablemente también al descubierto. En el fondo del corral se adaptaba un lugar especial para las mujeres al cual se le llamaba "cazuela", y tal parece que todos los asistentes aclamaban mucho a las mujeres disfrazadas de hombres. Carmen Bravo Villasante, en su libro pionero titulado La mujer vestida de hombre, comenta lo siguiente:

Existe en la literatura española, especialmente en el teatro del siglo XVII, una multitud de mujeres atrevidas que, bien por un motivo o por otro, adoptan el indumento varonil y se lanzan a una aventura arriesgada en busca de su felicidad. Cruzan la novela de un cabo a otro, atraviesan bizarras la escena, siempre de peligro en peligro, defendidas por la doble arma de su espada y su astucia[1].

En torno al disfraz, se nos plantean algunas cuestiones: ¿por qué se viste a la mujer tan frecuentemente de varón?, ¿existe alguna vinculación con la vida real o es solamente un recurso teatral? ¿Los dramaturgos, primero Lope de Rueda y después sus seguidores, se servían de este medio por ser simplemente cómico, atrayente, novedoso, suspicaz, y esto de alguna manera les aseguraba el éxito con el público asistente a sus representaciones? ¿O acaso estos escritores intentaron cuestionar la situación en la que se encontraba la mujer? Sea lo que haya sido, estos textos dramáticos expresaron la sociedad y los problemas de su tiempo, entre ellos los de la mujer y su condición.

No debemos dejar de lado que los dramaturgos abordaron el travestismo femenino vinculándolo con lo ideológico debido a que rompieron con los esquemas establecidos de las relaciones "hombre-mujer", los cuales, hasta ese momento —y en otros espacios: sociedad, familia, iglesia— eran muy rígidos para la mujer. Los autores, al escribir los parlamentos con una activa participación femenina —cabe aclarar en su vestuario masculino— hicieron que estas mujeres transgredieran y se apropiaran del espacio masculino.

Por este motivo la mujer disfrazada de varón, al poseer los atributos de ambos sexos, puede mostrar en escena las dos personalidades, cualidad que la singulariza de los actores varones ya que ellos solo pueden comportarse y mostrarse con su personalidad.

¿Cómo y dónde surgió este moda?

Esta forma de enredo, de travesura y picardía, había sido ampliamente tratada en la comedia italiana a lo largo del Renacimiento. Dentro de esta corriente, una obra pionera fue la calificada por la época como la obscenísima Calandria, del cardenal Bibbiena (1513). Luego se sumaron a esta moda los poetas italianos Ariosto y Boiardo. Estos poetas tomaron ejemplos de la Antigüedad y de algunos libros de caballería.

Boiardo, en su obra Orlando innamorato (1487) apenas si tuvo que hacer un esfuerzo para vestir con hábito de varón a sus famosas protagonistas: Marfisa, la heroica guerrera, calcada de los ejemplos de amazonas de la Antigüedad, y Bradamante, guerrera también, pero más donna innamorata, como doncella errante, viste la armadura para defenderse en momentos de peligro y usa la espada para atacar a sus enemigos.

Prototipos del disfraz

En su primera etapa, los dramaturgos españoles adoptaron los dos modelos italianos de Boiardo: Marfisa y Bradamante, que se caracterizaron por poseer los siguientes atributos:

a) Bradamante (la mujer enamorada), aparece en el poema buscando a Ruggero, su enamorado, que se encuentra encerrado en un alto castillo, en poder de un magno Atlante. La animosa joven desea libertarle para que puedan efectuarse sus bodas.

b) Marfisa es la auténtica guerrera, inquieta por medir sus armas con todo el que se presente y deseosa de gloria y de fama, como un hombre. No va enamorada tras algún caballero, como la doncella Bradamante, sino en busca de batallas, torneos y desafíos.

Estos prototipos fueron superados más tarde, cuando los escritores españoles —preocupados por crear e introducir nuevas formas de representación en el escenario— presentaron a las protagonistas en ropaje masculino, movidas por múltiples razones. Es a partir de mejorar los móviles de las comedias italianas como: Calandria, Orlando furioso, Orlando innamorato y Gl'lngannati, que los autores españoles incluyeron el travestismo en sus comedias y en sus representaciones. Con base en ellas, Lope de Rueda y sus discípulos hicieron del disfraz una "moda" española. El estudioso Wilson y Moir afirma lo siguiente:

Los engañados es una cuidada fundición de una obra italiana anónima Gl'lngannatique se representó por vez primera en 1531 en la famosa academia de los Intronati, en Siena; en la versión de Lope de Rueda aparece, quizá por vez primera en el teatro de los Siglos de Oro, la mujer vestida de hombre, la cual, debido a enseñar las piernas, se convirtió en uno de los personajes favoritos del teatro español.

Tiempo después, Lope de Vega y sus alumnos lograron divulgar, por medio de las comedias en las que desarrollaron el tema de la mujer disfrazada, un repertorio de modelos femeninos que fueron multifacéticamente caracterizados; entre los motivos femeninos sobresalieron:

Ocultar su vergüenza y deshonor, huyendo a los montes, eludir la justicia de un hermano vengador de su honra, o satisfacer el agravio hecho a su honor, cuando no escapar de un centinela que quiere forzarla; para libertar al esposo, visitar a una reina injustamente en prisión y defender a su amado, o acompañarle en el destierro, para sólo llevar un mensaje, para ocultar su identidad y acompañar a su amante, o por celos y desconfianza de su amado, para perseguir al infiel que la ha engañado o para restaurar su perdido honor o para realizar sus planes amorosos.

Al plasmar en el personaje travestido la gama de motivos anteriores, Lope de Vega y sus seguidores diversifican las acciones y permiten desarrollar en la protagonista la conjunción de varios elementos; es decir, ella tiene diversas personalidades y atributos; puede mostrar diferentes actitudes frente al mundo; de esta manera se logra enriquecer notablemente la actuación de la actriz.

Por ejemplo: Semíramis en La hija del aire, de Pedro Calderón de la Barca, es una mujer esquiva, rehuye el amor, pero lo utiliza como medio para conquistar al rey y convertirse en su esposa. Pero la mujer ama más al poder que a ningún hombre, declara la guerra su esposo y lo mata en la batalla, después se enfrenta con su hijo para que éste no obtenga el trono. Para lograr sus propósitos, ella se viste con el traje de él, le usurpa su identidad y, además, lo niega como hijo y como rey. La protagonista no escatima recurso alguno y se enfrenta a los más terribles obstáculos.

Si observamos al personaje vemos varias facetas diferentes de personalidad; entre otras, pueden señalarse: la mujer "devoradora de hombres" pues se vale de su belleza física para conquistar y enamorar al rey; la mujer guerrera, ya que busca la batalla y desafía a su esposo e hijo para no dejarse arrebatar el trono; y, por último, la mujer gobernante, a quien no le importan los medios con tal de seguir ocupando su lugar como rey y no como reina que le correspondía legalmente.

Existen muchos ejemplos más donde puede observarse cómo la dama adopta dos o más tipos de caracterización, que en su gran mayoría pueden ser diferentes entre sí. Citemos un caso del uso del disfraz en una mujer por el gusto y placer de parecer hombre, como es la ingeniosidad de Serafina en El vergonzoso en palacio de Tirso de Molina, donde la dama-galán le cuenta a su criada cuáles son sus secretos deseos para vestirse de hombre:

Criada Juana: ¿Qué aquesto de veras haces?

¿Que en verte así no te ofendas?

Serafina: Fiestas de Carnestolendas

Todas paran en disfraz.

Deséome entretener

De este modo; no te asombre

Que apetezca el traje de hombre

Ya que no lo puedo ser.

Serafina, no conforme con disfrazarse, representa en la comedia a un príncipe que, celoso, reta a un conde, además de asumir el papel de un enamorado y el de un loco.

A manera de conclusión

Estos ejemplos ofrecen sólo algunos atributos de las damas disfrazadas, pero hay otros, muy poco tratados por la crítica literaria y teatral, que merecerían un estudio más detenido. Cabe aclarar que hay alrededor de 120 comedias registradas que utilizaron este recurso. Es muy probable que hayan sido mucho más, ya que innumerables representaciones no fueron consignadas; por ejemplo, las de las llamadas "compañías de cómicos ambulantes", o bien las que los propios dramaturgos no inscribieron en el Consejo de Castilla.

Lo cierto es que la cantidad de obras teatrales, tanto comedias como tragedias en las cuales las actrices aparecieron con atuendo varonil, fue elevada y muy aplaudida.

* Profesora de Literatura
CEPE-CU, UNAM, México, D.F.

 


 

[1] Carmen Bravo Villasante, La mujer vestida de hombre en el teatro español siglos XVI-XVII, Madrid, Revista de Occidente, 1955, p. 33