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Al fin, un espacio propio

Josephine Laframboise*

Al fin, un espacio propio

Mi abuela, mi madre y yo, somos tres generaciones de mujeres que fuimos a la universidad con el deseo de tener éxito en nuestras carreras. Mi abuela fue a la universidad en una época en la que era muy poco común que las mujeres estudiaran. Cuando se licenció fue contratada por el Banco de Canadá, pero tuvo que dejar su trabajo cuando se casó. El lugar de trabajo no era un espacio para una mujer casada. Mi madre, por otro lado, tenía una vida laboral muy activa. Después de terminar sus estudios, conoció a mi padre y juntos se hicieron dueños de restaurantes. Aunque mi madre invirtió tanto dinero, tiempo y energía en su negocio como mi padre, nunca fue vista como una socia igualitaria.  Los periódicos de la época se refieren a mi madre como la "esposa del dueño". El restaurante no era un espacio donde mis padres eran iguales.

Avancemos hasta el día de hoy, donde trabajo en mi oficina, sentada en mi silla, desarrollando mis ideas. No, mi trabajo nunca me otorgará ningún premio ni será recordada en los libros de historia, pero es mío. Es mi espacio.

*Estudiante de Canadá del Taller literario de Voces Femeninas: identidades, maternidades y violencias.
UNAM-Canadá


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