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Para el anecdotario...

Erika Erdely*

Nunca dejaré de sorprenderme por las cantidad de cosas que aprendo con los alumnos. No me canso de comentar con mis compañeros que dar clases de español a extranjeros nos coloca en un mirador privilegiado desde donde podemos apreciar la inmensidad de nuestro idioma y sus muchos recovecos. Es difícil, cuando se es hablante nativo de una lengua, desarrollar la extrañeza necesaria hacia la propia lengua para poder tener un ojo analítico agudo. Es sabido de los lingüistas: por más que nos fijemos en nuestra lengua, siempre se nos escapan cosas que, por muy usuales, nos pasan desapercibidas en su rareza, pues nos son tan familiares. El maestro de lengua cuenta con la riqueza de la mirada del otro, que ve lo que vemos sin ver, porque lo compara con lo suyo.

Lo que a continuación narro son pequeñas anécdotas que me han sucedido en el salón de clase y que realmente no han pasado de plática de pasillo, ni tendrían por qué, pero a petición de mi colega y amiga Emma Jiménez me atrevo ahora a compartirlas con ustedes, queridos y pacientes lectores de esta revista.

Sr. Chango

En una clase avanzada de español, alguien comentó algo que le había sucedido con un señor que le acomodó su coche en la calle. Otra alumna, para ayudar a su compañera a enriquecer su vocabulario y a no tener que decir cada vez la letanía de "el señor que acomoda los coches en la calle", se adelantó a decirle: --Se llaman changos. --¿Cómo?, le pregunté. --Sí, me dijo, los señores que acomodan los coches en la calle, se llaman changos, ¿no?  Momentos después, cuando logré recuperarme de una verdadera crisis de hilaridad, le expliqué que sí, que en efecto algunas personas se refieren a otras con ese apelativo, que no es privativo de los señores que acomodan coches y que, sobretodo, no se les llama directamente con ese nombre, pues es despectivo. Así que, le dije, no vayas a andar por allí en la calle diciendo "Sr. Chango, por favor tráigame mi coche", porque la respuesta puede no ser la esperada.

¡Qué bien te veo!

En otra clase de español avanzado, una alumna llegó con un vestido lindísimo, que le sentaba muy bien. Una compañera se le acercó y le dijo: --¡Qué bien te veo con ese vestido! Al comenzar la clase les comenté que, si bien la frase "¡Qué bien te veo con ese vestido!" es comprensible y no es agramatical, lo más idiomático en esta ciudad es decir "¡Qué bien te ves con ese vestido!". Me respondió: --¿Por qué, si la que la está viendo soy yo? Y pensé que tenía razón, pero qué le vamos a hacer, los caminos de la lengua no son siempre los más fácilmente descifrables.

Una mujer rimbombante

En el mismo grupo me preguntaron un día que qué quería decir "rimbombante". Lo mejor que pude les expliqué el significado de la palabra, a lo que siguió una segunda pregunta:

--¿Y se puede decir que una mujer que llega a una fiesta muy elegante, muy arreglada, está rimbombante?

--Pues en ese caso, que no tiene que ver con lo sonoro, dije, creo que la palabra adecuada es despampanante y no rimbombante.

--Rimbom... despampan... qué palabras tan sonoras tiene el español! se dijeron.

¡Cuídate!

Recientemente, en un taller de conversación avanzada, un alumno neoyorquino de origen chino, que siempre me ha impresionado por su buen español y uso adecuado de las formas gramaticales del español, escuchó que una alumna preguntaba sobre el significado de la palabra "cuidar". Rápidamente le explicó que se trataba de una fórmula de despedida. De momento me sorprendió la respuesta, pero tuve que admitir que sí, que es uno de usos que tiene la palabra, si bien no es el significado denotativo y más usual que tiene esa palabra y que en ese momento su compañera necesitaba saber. Desde entonces, sin embargo, me ha sorprendido verificar lo difundido que está ese uso de la palabra "cuidar" en nuestras fórmulas de despedida.

¿Qué quiere decir "ello"?

En una primera clase con un grupo de español 3, me atreví a leer con los alumnos una fábula de Monterroso que se llama "La rana que quería ser una rana auténtica", pretendiendo, entre otras cosas, repasar los usos de pretérito y copretérito. Después de  una primera lectura con los alumnos, les pregunté que qué palabras de la lectura desconocían, para ver entre todos su significado. Personalmente, me preocupaba que me preguntaran qué quería decir "auténtica", previendo la dificultad para explicar este concepto tan abstracto. La pregunta no surgió, me preguntaron por otras palabras. Al final le pregunté a una alumna japonesa, que permanecía callada, si había entendido todas las palabras del texto. --No, me dijo, me falta una. ¿Qué quiere decir "ello"? Me dio gusto que preguntara y creo que aclaramos su duda, pero me hizo recordar que debemos incluir en nuestros programas de estudio este tipo de palabras y su comportamiento en el discurso. ¡Necesitan comprenderlas desde los niveles intermedios para poder leer!