19 de septiembre de 2017
Oleg Osipov*
La alarma sonó a las 7:00.
“Hoy no iré a trabajar a la oficina por el simulacro”, pensé, y seguí durmiendo.
Trabajaba en Reforma Latino. Era un edificio en el Paseo de la Reforma.
Mi oficina estaba en el piso 40. Me chocaba el ruido de la alarma sísmica en el edificio. Por eso en la mañana decidí quedarme en mi casa. Para mí no hay diferencia entre trabajar en casa o en la oficina. Solo no quería oír el ruido de la alarma durante el simulacro.
...
De 9:00 a 11:00 tuve llamadas de trabajo.
A las 11:00 fue el simulacro. Mi esposa y yo nos preparamos para eso. Cuando escuchamos este ruido, bajamos al primer piso con una mochila que alistamos en caso de un terremoto. Recuerdo que hicimos 40 segundos en ese camino. Satisfechos con nosotros mismos, regresamos a nuestro depa y continuamos trabajando.
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13:14
Mi esposa entró en el cuarto donde yo estaba trabajando y me preguntó: "¿Sientes algo?".
Me sentía mareado. A menudo me mareo: en los columpios de los niños, en un taxi, en una carretera en mal estado, en barcos y en terremotos.
Después de algunos segundos escuchamos el ruido de la alerta sísmica. Ya era demasiado tarde para huir. Nos acostamos en lados opuestos de la cama y nos quedamos ahí.
Le dije a mi esposa entonces que todo terminaría pronto. Pero nada dependía de mí. Es una sensación terrible cuando no puedes hacer nada.
Escuché muebles caer, escuché a los vecinos gritar y sentí que el concreto estaba líquido, como gelatina.
Salimos corriendo a la calle después de que sentimos que había terminado.
La calle estaba llena de gente y de terror.
...
Estuvimos en la calle 15 o 20 minutos pensando qué hacer. Decidimos ir con un amigo nuestro que vivía en una casa que tenía sólo dos pisos y estaba cerca de la embajada rusa. Bajamos al metro, pues entre nosotros y mi amigo había solo tres estaciones del metro. Sí estaba funcionando y 30 minutos después estábamos allí.
El amigo no estaba en casa, pero sí su esposa. Él había ido al centro de la ciudad. Normalmente el viaje dura 20 minutos; esta vez le tomó dos horas. Mi esposa y yo no teníamos carga en nuestros teléfonos ni había conexión en toda la ciudad. Mi amigo tampoco tenía electricidad y no sabíamos qué había pasado en la ciudad.
Después de 3 o 4 horas, regresaron la electricidad e internet. Empezamos a ver videos de casas destruidas. Antes no entendíamos lo que había pasado, pero después de dos o tres videos sentimos horror.
Vivimos cerca del Centro Médico. Toda la noche escuchamos ruidos de ambulancias y esperamos algunas réplicas.
Fue un día terrible, pero ese día me enamoré de México. Ese día vi que la gente se preocupa por los demás. Vi cómo mis vecinos rápidamente tomaron decisiones para mantener nuestro hogar seguro. Cómo el metro quedó libre durante varios días y se llenó de gente con ropa polvorienta, con palas y picos. Entonces me di cuenta de que quería ser parte de México y su gente.
*Estudiante de Rusia del taller de Crónica literaria
Profesor: Eliff Lara
CEPE-CU, UNAM, Ciudad de México
Fotografía tomada de: ProtoplasmaKid en Wikimedia Commons / CC-BY-SA 4.0
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